Quien conoció a Junio Lora tuvo la suerte y, lo más probable, la satisfacción de conocer un humano fuera de este mundo; casi un extraterrestre, como a veces el mismo se calificaba. Junio era alegre, amable y cariñoso. Era además, laborioso, humilde y humanista; cualidades necesarias para calificar como, lo hiso, como miembro de alguna célula de aquel glorioso y añorado Catorce de Junio (14).
A temprana edad, Junio dio muestra de sus habilidades artísticas y del absoluto dominio de lenguaje hablado. Con frecuencia, deleitaba a sus amistades cercanas haciendo alarde de sus habilidades lingüísticas y de su agudo sentido de la métrica. Estas cualidades, junto a las cátedras gratuitas que le ofrecía a sus amigos sobre “Cómo llamar la atención del sexo opuesto,” le ganaron, sin dificultad, el mote de “El Poeta”.
Su trabajo de reportero y/o de corrector de estilo en el Nacional lo mantenía fuera del hogar, la mayor parte del día. Sin embargo nunca se entregó a los brazos de Morfeo sin antes “chequear” a cada uno de los muchachos (Indhira, Janio y Ernesto), ni sin antes haber leído los periódicos del día acompañado por las añejas canciones que brindaba Radio Popular, de lunes a viernes, a través del popular programa “100 canciones y un millón de recuerdos.”
Recuerdo las silenciosas expresiones de satisfacción cuando, al finalizar una de las entregas musicales, se apresuraba a nombrar el cantante y el título de la canción, los cuales eran confirmados, sin perder tiempo, por César Peguero, el locutor y director del programa.
Como aficionado del juego de Dominó, recibió y honró el nombre del El Gallo, quizás por sus certeras “capicúas”, las cuales dejaban, hasta al más creyente, con la boca abierta.
Un domingo tuve la suerte de verlo en acción personalmente. Todo sucedió aquella calurosa noche en Villa Olga. Antes los ojos de los espectadores, que ya no eran muchos, Junio- El Gallo-Lora colocó su pieza con mucha delicadeza, inhaló profundamente y, súbitamente, dejó caer su cabeza como si su cuello se hubiese rendido ante el implacable y constante efecto de la gravedad o, por los efectos que producen unos cuantos traguitos de más.
Ya sea por la seriedad de la situación o por la poca luz que el alumbrado público ofrecía, pasaron varios minutos antes de que el turno le volviera a tocar a Junio quien, sin haber dado señal de vida, continuaba, en absoluto silencio, calculando, organizando y reorganizando su posible jugada.
“Junio”, “Junio”, lo interrumpió uno de su contrincante quien, sin comprender la estrategia y el estilo de El Gallo, pensaba que estaba dormido.
“Junio, Junio, es tu turno, ¡juega!”, insistía el contrincante.
Junio, como tratando de extender las delicias de un “traguito fino”, lentamente, pero con determinación, logró levantar la cabeza hasta alcanzar cerca de 45 grados con relación a la mesa de juego y, girando la cabeza hacia la derecha y luego hacia la izquierda, con una sonrisa de oreja a oreja abrió bien los ojos, colocó su pieza y dijo: “Capicúa 25”.
Otra de las habilidades que usaba el Poeta o el Gallo para deleitar a sus amigos y familiares, o como alarde, era la del baile. Su estilo favorito era el Twist. No sabía, ni nunca le pregunté cómo ni por qué. Luego supe, a través s de su amigo de juventud, el Ing. Luis José De Castro Kunhardt (Cuqui), que Junio, en una ocasión fue integrante de la banda de rock and roll “Los Conquistadores” que el mismo Cuqui De Castro, el Elvis dominicano de la época, dirigía en Santiago. (Ver foto adjunta)
Le gustaba el baseball, la lectura y completar los crucigramas domingueros. Era un polifacético que vivía enamorado de la naturaleza. Me imagino, que por eso decidió estudiar agronomía. Junio se graduó de bachiller en La Normal de Santiago y estudió agronomía y periodismo en la UASD, en la UCMM y en el Instituto Superior de Agricultura.
Por su trabajo en el área de agricultura, Junio recibió el Premio Shell de periodismo; por su trabajo en la sala de redacción se ganó el mote de El Maestro y por su lealtad y forma de ser se ganó la admiración y el corazón de todo el que lo conoció.
Ese fue el Junio que recuerdo, el Maestro, el Poeta, el Gallo.
En memoria de Junio Lora Iglesias, el extraterrestre.
Por Felipe Lora