Por Teodoro Reyes Torres
El actual periodo estival irrumpió con tanta intensidad que sus severos efectos acarrearon la primera gran Ola de calor del año para las regiones del Centro y Sur de Europa, y particularmente para los países próximos a las costas del mar Mediterráneo. De no haber sido porque en la península Ibérica el fenómeno destacó por su inesperada persistencia, no hubiera habido motivos para alarmarse, puesto que en la temporada veraniega las altas temperaturas caracterizan las comarcas indicadas en el referido continente.
Desde el 28 de junio hasta el 23 de julio, las temperaturas extremas oscilaron entre 37 y 45 grados Celsius, engarzando casi cuatro semanas de intenso y agobiante calor. En lo que a duración se trata, los recientes 22 días de esta última calina batieron el record real de los 16 días registrados en el año 2003.
La Organización Mundial de Meteorología (OMM) define como Ola de calor al episodio climático distinguido por elevadas temperaturas con valores que superan la media histórica de las estimaciones tradicionales registradas en una zona determinada, y cuya duración es de al menos tres días consecutivos.
Una ola de calor no presenta la espectacularidad, ni la violencia de otros fenómenos como los ciclones, o las crecidas repentinas. Su nula aparatosidad le reputa como una de las causas naturales más letales del planeta, ya que provocan más muertes que las inundaciones, los terremotos y los tornados.
Las Canículas como también se las conoce, son anormalidades atmosféricas que merecen cada vez mayor atención, debido a que sus repercusiones están siendo muy alarmantes. En el año 2003 se estimó que el fenómeno calórico mató a más de 70 mil personas solo en Francia, y a más de 6 mil personas en España.
Y para lo que llevamos del presente año, informes oficiales publicaron que el bochorno del mes de mayo se habría cobrado la vida de unas 2100 personas en la India; sin embargo, las cifras concluyentes de victimas a nivel mundial no las tendremos hasta después que finalice el vigente estío en la región boreal del globo terrestre.
Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que el calor excesivo reseca el ambiente y provoca deshidratación, insolación, mareo momentáneo, accidentes cardiovasculares, trombosis e incluso la muerte. Los cambios de temperaturas además de provocar insomnio, irascibilidad y mal humor, están asociados directamente a la aparición de de los conflictos humanos. El calor agobiante no solo afecta a la salud y al bienestar de las personas y los animales, también esta vinculado a los desastrosos incendios forestales, y a las masivas perdidas de las cosechas por las crecientes sequías.
Como consecuencia del creciente cambio climático, las Olas de calor se están manifestando cada año presentando evidentes cambios en su frecuencia y duración en las regiones donde tradicionalmente ocurren, con la circunstancia agravante que además exhiben una alteración en la distribución de los desastres, lo que significa que podrían aparecer en lugares donde nunca han ocurrido.
Ante esta deprimente realidad, conviene que las naciones se preparen diseñando sistemas de prevención adaptados a las características climáticas de los lugares o regiones, que sean eficaces y de fácil entendimiento para la población. El conocimiento previo de los registros históricos de temperaturas máximas y mínimas de cada lugar pondrá en alertas a millones de personas e indicará a los gobiernos en cuales momentos éstos sistemas deben ponerse en marcha.
De ese modo, gran parte de los sistemas de prevención y adaptación europeos se crearon tras la experiencia del fatídico verano del año 2003. No obstante, el problema futuro radica en que la mayoría de los países subdesarrollados no cuentan con estos sistemas para librarse de las terribles secuelas que quedan tras la actividad de estos terribles eventos.
En sentido general, es fundamental que cada país sea consciente de que estos principios de prevención servirán principalmente para gestionar las posibles situaciones de emergencias, en caso de que aparezcan episodios de temperaturas extremas. Corresponde que los protocolos de actuación que se decreten prioricen especial asistencia a los sectores de población más vulnerables que engloba a niños, ancianos, y a personas enfermas y obesas.
El panorama que describen los anteriores datos, lo más probablemente nos anime a compartir la permanente preocupación científica; la cual a consecuencia del incorregible desequilibrio climático desencadenado por el imparable crecimiento de la población humana, reitera la predicción de los serios desafíos que tiempos futuros aguardan a las sociedades modernas.
Las inquietudes por las realidades venideras suelen desalentar al ser humano, en estas circunstancias lo más importante es entender que la naturaleza es sabia y que la vida siempre se abrirá caminos. Así, en los intrínsecos procesos de adaptación a las casualidades adversas, la propia naturaleza seleccionará los medios esenciales para desarrollar adecuados sistemas de supervivencia, en cuyo propósito la actitud y la gestión de los individuos serían vitales.
Ahora bien, continuemos el argumento inicial certificando el hecho de que la sociedad humana asume que entre las posibles opciones en su lucha para disipar los agobios del calor, los balnearios o centros de refrescamientos juegan un papel predominante. Sin embargo, valora que la vivienda es por excelencia el espacio más idóneo para la seguridad e integridad física del hombre.
En consecuencia, para sobrevivir en los lugares secos y en las zonas remotas de los países, donde de inmediato no se dispone del aire acondicionado o de la electricidad, reivindicamos algunos sistemas alternativos de refrescamiento. En concreto mencionaremos la evaporación artificial de agua.
El método consiste en llenar recipientes con agua y colocarlos convenientemente distribuidos en las estancias de la casa, tales como dormitorios, salas o cuartos serrados. Como si fueran auténticos ríos, lagos, estanques o mares; las vasijas con agua recrean en las habitaciones escogidas, los microclimas que estos recursos naturales generan en determinadas regiones.
La lenta evaporación del agua contenida en dichos recipientes origina en el entorno familiar, la humedad relativa que reduce los riesgos que supone una prolongada exposición de nuestros organismos a los ambientes excesivamente secos. De esta manera, este elemental procedimiento contribuye a prevenir la grave deshidratación por golpes de calor o hipertermia.
Comprobemos resultados. En Pleno bochorno del pasado mes de julio, en una de las alcobas de nuestra casa, cuyo volumen es de 27 metros cúbicos, colocamos 14.6 litros de agua distribuidos en dos vasijas de diferentes tamaños. En cuatro días consecutivos y con temperaturas que oscilaron entre 37 – 41º Celsius logramos la evaporación de 3.2 litros de agua; o sea, el equivalente a 1.3 centímetros cúbicos de vapor de agua por metro cúbico por hora (1.22 cms.3/ mt.3/hora).
El experimento realizado nos reafirmó que cada método tiene una manera específica de funcionar. El ventilador produce una corriente de aire acorde con la temperatura del ambiente. Por el contrario, los recipientes llenos de agua originan una humedad relativa en el espacio seleccionado. Pero, si además de nuestros cuerpos, las paredes de la casa y si los objetos que adornan las habitaciones estuvieran calientes, con mayor dificultad se ganaría atenuar el calor.
Entonces habría que buscárselas para obtener niveles superiores de refrescamiento. En esta situación sería sensato armar la combinación de los métodos que tengamos a nuestro alcance. Por ejemplo, el ventilador con los recipientes de agua, y si las circunstancias lo permitieran, aplicar en éstos algunas bolsitas o fundas de hielo.
Y no solo eso, el procedimiento anterior podríamos complementarlo humedeciendo las sábanas sobre las que vamos acostarnos, no sin antes proteger el colchón con un forro impermeable. Asimismo utilicemos el pulverizador con agua para rociar las camas e incluso nuestros cuerpos antes de acostarnos. Puede que con estos métodos rústicos no solucionemos del todo los molestos efectos del calor; pero en el mejor de los casos, lograremos conciliar el sueño.
Además de la vestimenta ligera y cómoda que se debe llevar para la época estival, los expertos en la materia aconsejan ducharse como mínimo tres veces al día, siendo la última unos instantes antes de acostarse.
En cuanto a la alimentación, proponen la toma de abundante cantidad de agua, así como evitar las exageradas y pesadas comidas. Igualmente sugieren el consumo regular de frutas y verduras suculentas, debido a que su gran contenido de agua, fibras y minerales beneficia nuestro organismo.
En definitiva, entre otras medidas para prevenir los repentinos golpes de calor recomiendan a las personas a no trabajar, ni hacer ejercicios, ni a salir fuera de la vivienda en las horas del día en que las temperaturas alcanza sus mayores niveles; salvo caso que fuera necesario.
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