Con pocos y bien usados recursos escénicos, se evidencia que el acto artístico en sus esencias trasciende lo externo.
La sala de teatro más coqueta y pequeña del Palacio de Bellas Artes, y que incluso aún no ha sido inaugurada, inició sus servicios con una muestra de teatro valioso, instalado en la onda casi siempre limitante de los “escasos recursos” y demostrando que el peso del arte no siempre hace salones con los presupuestos de todo confort.
Por José Rafael Sosa
Dionis Taveras, un teatrista formado en el país y perfeccionado en España, ha sido precursor de la segunda representación en el Teatrino, ha entregado un desempeño escénico profesional, creativo e impecable, a pesar de algunos elementos técnico-lumínicos, que debieron fluir de mejor forma. El espacio fue descubierto por Haffe Serulle como un almacén que transformó en sala para el montaje de El Vuelo.
El texto, original de Taveras, es un enfoque sobre la soledad y el derecho a vivir en armonía. Usando voz y cuerpo en varias, modulaciones, entonaciones y apropiándose de un universo de expresiones del cuerpo, que nos seducen e invitan a conocer el drama de aquel hombre solo.
Eulogio Bacía (Donis Taveras) es múltiple en sus expresione de voz y cuerpo, descandose en el mantenimiento de la caracterización de cada personaje, que emanan firmes desde su máscarilla que le otorga un espacio visual neutro del cual salen las personalidades de hombres y mujeres, pobladores del universo de Badía, un ser en procura del sentirse bien.
La escenografía de Miguel Ramírez, vuelve a situarlo como un artista plástico conceptual, que sabe sacar partido del poco espacio. La cámara negra es funcional para concretar los cuatro ambientes distintos en los que se desarrolla la historia.
La música popular adquiere estatura de un personaje más, sobre todo cuando es el baile la forma de introducir el acento central de la trama: el actor que a vida al bailador inveterado y disfrutador de la salsa o la bachata, “leitmotiv” que alcanza instantes memorables.
Bien escrita y mejor representada, con algunos retorcijones técnicos entendibles, Eulogio Badía es un espectáculo teatral noble y de una intrincada instalación, a cuyos requerimientos, Taveras ha respondido en firme.
Vale la pena verle en Bellas Artes este fin de semana. El diseño de sonido es de Ernesto López y Milton Cruz. la asistencia de dirección de Mari Cruz Paniagua y el vestuario de Anyelina Encarnación