Hasta ahora lo único que ha avanzado es la construcción de un pedazo de autopista que más que autopista, parece una rampa para guiar a los crucerista desde el puerto hacia la Novia del Atlántico, olvidando que el turismo tiene exigencias de calidad, organización, turismo, cultura, seguridad que deben ser puestas en movimiento concomitantemente. Se olvida que el crucerista es por naturaleza curioso y, por tanto, pretenderá hacer rutas alternas diferentes a la oficialmente oficializada, precisamente, para someter a comprobación la verdad oficial.
Además, si buscamos hacer que el turismo tenga un desarrollo integrar –y el crucerismo es buena vía para ello como lo muestra el pasado turístico de la tierra de Juan Lockward-, se hace necesario el que se corrijan los errores del pasado. Nada hacemos con motivar un turismo inestable y pasajero luego de que los visitantes comprueben que no disponemos de la organización, los servicios y la seguridad que exige esta modalidad turística. No pretendemos adentrarnos en las características del crucerismo, ni en las causas de su descenso pasado, pero si podemos y debemos advertir, que sería muy lamentable que de nuevo se vaya al piso una industria que tuvo tanto esplendor solo porque nuestras entidades públicas no sepan hacer gobernanza con el sector privado, o por ausencia de integración efectiva de la ciudadanía al objeto buscado. No debe olvidarse que la gente constituyen el centro de toda política pública, como tampoco, el hecho de que nuestro mayor recurso, en tanto destino turístico, es precisamente nuestra gente, pero si no los integramos, si no nos organizamos, si no trabajamos coordinadamente en tanto pueblo con gobierno organizado, no es necesario ser clarividente para concluir en que el fracaso podría venir al poco tiempo de que la inversión puesta en operación se convierta en un producto.
Una avioneta calló en la principal autopista del país por falta de combustible, probablemente porque la logística que requiere ese tipo de vuelos no existe entre nosotros. Igual ocurre con los más de 50 mil yates que cruzan cada año frente a Puerto Plata y no se detienen por la ausencia de servicios especializados en sus necesidades. El crucerismo necesita, además de infraestructuras, estructuras y superestructuras con gobernanzas integradas. No admiten improvisación pues el turista es un consumidor exigente porque paga solo por servicio de alta calidad.
De modo que se hace necesario que el Mitur, los ayuntamientos involucrados, cultura, medioambiente, y los demás, inicien planes proactivos para que el inicio de la temporada de cruceros sea exitosa. El conjuro presidencial de 10 millones de turistas solo será posible si todos y todas trabajamos en pro de esos resultados. No podemos seguir improvisando ni abusando de nuestras bondades naturales pues hasta los recursos naturales tienen límites cuando no se les explota racionalmente. Además, de que vale un desarrollo que no está pensado para servir a la gente a quienes está destinado por demografía. No se olvide que, en su momento, Puerto Plata, fue capital de la cultura mucho antes de que el medio ambiente o el turismo estuviesen de moda. Siempre fue una ruta marítima importante entonces por qué no ha de contar con la organización y participación efeciva con una planificación adecuada. DLH-21-9-2015
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