Por Juan Carlos Fajardo.
“¿Qué estamos esperando, congregados en el foro? Es que hoy llegan los bárbaros. ¿Por qué el Senado no hace nada y los senadores se quedan sentados y no legislan? Porque hoy llegan los bárbaros. ¿Qué leyes pueden hacer ya los senadores? Cuando lleguen los bárbaros, ellos harán las leyes”.
Estos versos de Kavafis reflejan de modo estremecedor la sensación de impotencia de una sociedad avanzada que ve como se acerca su final, tan anunciado por actitudes y hechos nefandos perpetrados por lobbies económicos, fondos buitres, bánksters que imponen sus designios a gobernantes sumisos como eunucos. De hecho, el “órgano” más importante de decisión económica, la Troika, está compuesta por individuos no elegidos democráticamente, son como los kapos del exterminio al servicio de esa economía de casino, de esa codicia absurda que rechaza considerar la realidad de la más letal arma de destrucción masiva, la explosión demográfica que avanza exponencialmente. Desde 1914 a 2010, menos de un siglo, la población mundial pasó de unos mil doscientos millones a siete mil trescientos, y sigue en metástasis letal. Esa explosión llevó aparejada la destrucción de bosques, tierras, atmósfera y océanos.
Desaparecen millones de especies, el cambio climático es un hecho demostrado con el deshielo de los polos, sequías, lucha por manantiales, megápolis irrespirables, hambre, enfermedad, guerras y exterminio doloroso de millones de seres que, con una educación adecuada, no hubieran nacido para el sufrimiento. El derecho a la vida significa a una vida digna y que tenga sentido. Y quien tenga un porqué ya encontrará los cómos.
Está probado que, en los países en donde las mujeres tienen idéntico acceso a educación, puestos de trabajo y retribuciones que los hombres, no existen elefantiasis demográficas; al contrario, la mejor salud, alimentación, sobriedad y forma de vida han incrementado los años de esta y urge la implicación de esas personas mayores formadas en el tejido social de forma solidaria. Se trata de una inmensa riqueza acumulada y desaprovechada en favor sobre todo de los más débiles. No se trata de “cargar camiones” pero la presión se incrementa al tiempo que la tristeza y la abulia de no sabernos queridos ni necesitados.
En los países miembros de OCDE funciona la materno/paternidad responsables, no se identifica sexo con genitalidad, amor, amistad, erotismo y ternura con fanáticos prejuicios. Pero los vendedores de humo envenenado prefieren mantener a las poblaciones abducidas por el consumo, necesitadas de seguridad en vez de anhelar sociedades justas, libres, solidarias, humanas, espacios de encuentro y de convivencia en la paz como fruto de esa justicia. Nos quieren como muchedumbres solitarias mientras repiten la maldición histórica de los imperios que crecieron a base de explotar las riquezas naturales y mano de obra gratis de otros pueblos dominados, expoliados y que un día se lanzaron a ocupar espacios en el limes del Imperio y, mientras algunos susurraban ¡qué vienen los bárbaros!, ya los tenían dentro. Pero no eran harapientos ni necios. De hecho los barbarbarbar, como llamaron los griegos y luego los romanos a quienes no hablaban sus lenguas, no comprendieron que el delito del desencuentro está en que los conquistadores, invasores, colonizadores imponentes en la Conferencia de Berlín de 1885, fueron los que no aprendieron ni entienden ni comprenden sus lenguas, costumbres y concepciones de vida.
Ese despotismo inicuo se cambió en la forma durante las descolonizaciones, pero manteniendo el control de sus fuentes de riqueza. De hecho, la orgullosa Unión Europea con la Troika y el futuro IV Reich, no podrían sobrevivir más de dos meses si tuvieran que hacerlo con sus propias materias primas. Cortadles las materias primas, los carburantes, minerales, alimentos, maderas y demás y veríais el colapso de toda Europa. Necios, más que necios, soberbios “palurdos que desprecian lo que ignoran” que no han querido ver la explosión demográfica, el expolio de sus riquezas y el sometimiento de sus gentes, ya los tienen dentro… primero con las migraciones, y ahora con las lógicas invasiones de refugiados en busca de la sagrada hospitalidad en el derecho fundamental de asilo. El camino ya lo conocen: siguen nuestras pisadas y nos devuelven las “visitas” que les hicimos en sus tierras y culturas durante siglos.
Son corteses. No gritéis con terror ¡que vienen los bárbaros! Pues ya los hemos saturado con nuestro Eldorado y han comprendido que se construyó y mantiene a base de destrucción y expolios. Vienen a participar de lo que les pertenecía desde largo tiempo sin saberlo. Además, millones de ellos ya no tienen nada que perder más que sus cadenas. Son les damnés de la Tèrre, y ejercen su derecho radical a dejar de serlo. Coda: Es importante tener en cuenta que los bárbaros no siempre llegan desde fuera.
José Carlos García Fajardo
Profesor Emérito de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) Director del Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS)