En su discurso de toma de posesión en agosto del 2012 Danilo Medina juró que haría un gobierno honesto y austero, que no permitiría el uso indebido de los recursos del Estado, que son los recursos del pueblo dominicano.
Dijo que sería “implacable con los deshonestos, los oportunistas y los soberbios”.
“Yo les aseguro, que desde la Presidencia de la República, garantizaremos la transparencia, elevaremos la calidad del gasto público y avanzaremos firmemente hacia una gestión pública austera, cada vez más profesional y efectiva”, sostuvo.
“Nuestro gobierno, dijo, será intolerante con actos de deshonestidad o de despilfarro de los recursos. Fortaleceremos los instrumentos institucionales para su prevención, corrección y sanción”, puntualizó.
Prometió “un sistema de consecuencias que reconozca a quienes cumplan meritoriamente con sus deberes, pero que sancione de manera ejemplar a quienes puedan traicionar la confianza de la ciudadanía en el manejo de fondos públicos”.
Mentiras, todo fue mentiras. “Teatro, puro teatro”, como dice la Lupe en una canción. No cumplió, ni ha cumplido, una sola de sus promesas éticas y morales. Todo lo contrario, el país que dejará, si es que lo hace democráticamente y no se convierte en el “Trujillo del Siglo 21” como teme Leonel Fernández, será más deshonesto y corruto que el que encontró.
No le creo nada. Igual prometió no reelegirse; que no le interesaba “ser líder ni nada que se parezca”, que los funcionarios no sabían “distinguir entre los bienes públicos y privados”, que la reelección terminaba haciéndole daño a los gobiernos y los presidentes. Mintió, como miente, ahora porque cree que somos estúpidos.
No hay un “deshonesto” cancelado, sometido a la justicia o preso. Al contrario, está reeligiéndolos y premiándolos para que lo respalden en la campaña. (¡Qué asco!)
No hay austeridad, no hay transparencia, no hay calidad en el gasto público en ninguna institución del Estado.
Mientras tanto, Danilo le niega un presupuesto justo al sector salud que reclama un 5 % del Producto Interno Bruto, al igual que a la Autónoma de Santo Domingo que solicita diez mil millones al año aunque necesita mucho más para cumplir con sus compromisos académicos.
Sin embargo, en los últimos ocho meses, en el Palacio Nacional, solo en comida y bebida, se ha gastado más de mil millones; en viáticos de los funcionarios en el extranjero más de 222 millones, y dentro del país más de 800 en menos de un año.
El despilfarro es más que evidente. Y no hablemos de la deuda externa. Ningún presidente, ni siquiera su antecesor había endeudado tanto el país, en tan poco tiempo, como lo ha hecho Danilo Médica.
En propaganda y publicidad derrocha entre 8 y 9 mil millones todos los años. Durante el proceso electoral los gastos se duplicarán. Veremos sustituciones de cuñas de instituciones públicas por las del candidato reeleccionista. El déficit se incrementará porque el Estado intentará vencer a Luís Abinader.
La de Danilo es la austeridad de los salarios millonarios, de las jeepetas de lujo, de los helicópteros, los jets alquilados para viajes de placer, de las exoneraciones, el barrilito de senadores, diputados y regidores; la que exhiben los hermanos y demás familiares que pierden fortunas en las patas de los gallos y entre las piernas de las chapeadoras más caras del mercado de la carne; la austeridad de los especuladores y de las mafias de las importaciones de cebollas, habichuelas, ajo y otros alimentos; la austeridad del derroche, la impunidad y los deshonestos.
Austeridad para los empleados públicos y privados, no para los funcionarios.
Austeridad para los guardias y policías que tienen salarios de hambre, no para los generales corruptos.
Austeridad para las bases del PLD, no para los del Comité Político.
¿Austeridad? ¡Mentira del Diablo, no hay austeridad en el gobierno!
¡Derroche y corrupción, si!