El Banco Mundial “trata a los derechos humanos más como una enfermedad infecciosa que como valores y obligaciones universales": Philip Alston, relator especial del foro mundial sobre la Extrema Pobreza y los Derechos Humanos..
Por Thalif Deen
NACIONES UNIDAS, 12 oct 2015 (IPS) – La Organización de las Naciones Unidas (ONU) siempre ha sido una de las defensoras más firmes de los derechos humanos, lo que se ejemplificó en 2006 con la creación del Consejo de Derechos Humanos.
Pero uno de los organismos especializados del sistema de la ONU, el Banco Mundial “actualmente… es una zona libre de derechos humanos”, denunció Philip Alston, relator especial del foro mundial sobre la Extrema Pobreza y los Derechos Humanos.
En sus políticas operativas, la institución multilateral con sede en Washington “trata a los derechos humanos más como una enfermedad infecciosa que como valores y obligaciones universales”, sostiene el australiano Alston en un nuevo informe publicado en Internet.
El informe, que será presentado oficialmente a la Asamblea General de la ONU el 23 de este mes, señala que el mayor obstáculo para integrar mejor los derechos humanos a la labor del Banco Mundial es “la interpretación anacrónica e incoherente de la ‘prohibición política’ contenida en el Convenio Constitutivo” de la institución.
“Invocan el Convenio, que se adoptó en 1945, y argumentan que esta cláusula, de no interferencia en los asuntos políticos de los Estados, prohíbe en los hechos que el Banco se comprometa con cuestiones de derechos humanos”, explica Alston.
Ese “Convenio fue redactado hace más de 70 años, cuando no existía un catálogo internacional de derechos humanos, ni tratados con obligaciones específicas para los Estados, y ni una sola institución internacional que abordara estas cuestiones”, destacó.
Mientras tanto, en una presentación ante el Banco Mundial, que comenzó su reunión anual en Perú el día 9, la organización independiente Human Rights Watch (HRW) señaló que el proyecto de políticas de garantías sociales y ambientales del Banco no cumple con la responsabilidad de la institución para proteger los derechos humanos de las comunidades vulnerables afectadas por los proyectos que financia.
“Dos palabras – derechos humanos – faltan en los requisitos de garantías y deberían ser una prioridad en las reuniones de esta semana”, sostuvo Jessica Evans, investigadora sobre instituciones financieras internacionales en HRW.
“Es sorprendente y decepcionante que el Banco pueda formular políticas que pretenden ‘proteger’ a las comunidades pobres y vulnerables sin comprometerse a respetar sus derechos humanos”, agregó.
Últimamente el Banco Mundial, ante los reclamos de que sus proyectos respeten los derechos humanos, responde que no es un tribunal de derechos humanos, observó Sarah Saadoun, de HRW.
Pero como una organización internacional y un organismo especializado del foro mundial, tiene la responsabilidad, derivada de la Carta de la ONU, de respetar los derechos humanos, además de las obligaciones que surgen de sus Estados miembros, recordó.
En cualquier caso, dijo Saadoun, el Banco Mundial, como parte de la familia de la ONU, debería estar trabajando para fortalecer y promover el sistema internacional de derechos humanos. En cambio, evita escrupulosamente toda referencia a las normas de derechos humanos en sus políticas y proyectos, sostuvo.
No obstante, añadió que el Banco intenta superar su historial de apoyo a proyectos con consecuencias devastadoras para las comunidades pobres y vulnerables mediante la reforma de sus políticas de garantías.
“Pero todavía se niega a comprometerse a respetar los derechos humanos”, aseguró.
En 1995, el entonces presidente del Banco Mundial, James Wolfensohn, enfrentó lo que se conocía como la “palabra c” – corrupción – que era un tema tabú en la institución debido al temor infundado de que abordar el problema lo haría entrar en conflicto con su mandato apolítico, dijo Saadoun.
“Ya es hora de que el presidente Jim (Yong) Kim haga lo mismo con la ‘palabra d’: los derechos humanos”, declaró.
En su informe, Alston sostiene que, a pesar de sus argumentos legales, la verdadera razón del Banco Mundial para evitar lidiar con los derechos humanos es claramente política.
“Los países occidentales, alentados por la sociedad civil…, con frecuencia llevaron al Banco a sancionar a los países con un pésimo historial de derechos humanos mediante el retraso o la demora de sus préstamos”, indicó.
Los países que piden prestado dinero del Banco, o los Estados miembros que son críticos de los derechos humanos, no quieren que el Banco Mundial se convierta en un ‘policía de los derechos humanos’ que se entromete en sus asuntos internos”, según Alston.
Todos estos enfoques son erróneos, dice. “La culpa la tienen Estados miembro del Banco de todas partes del mundo”, resaltó.
“El uso del marco de los derechos humanos hace una enorme diferencia, lo cual es exactamente el por qué el Banco se resiste tanto a usarlo. Aún más importante, el lenguaje de los derechos reconoce la dignidad y la agencia de todos los individuos”, afirmó.
“Es sorprendente lo poco que se ha pensado acerca de cómo sería una política de derechos humanos del Banco Mundial en la práctica. Ahora es el momento para que el presidente… Jim tome la iniciativa”, recomendó en su informe.
“Pero los estados miembros… también tienen responsabilidad: deben comenzar a lidiar seriamente con lo que debería ser la política de derechos humanos del Banco Mundial, y deben empezar a hacerlo ya”, exhortó.
En una declaración difundida el 8 de este mes, HRW señaló que el rechazo del Banco Mundial al marco de los derechos humanos socava décadas de progreso en el establecimiento de normas internacionales que los gobiernos de casi todos los países miembros de la institución con sede en Washington accedieron a respetar.
También atenta contra su mandato de reducir la pobreza. Académicos y profesionales del ámbito del desarrollo, entre ellos investigadores del propio Banco Mundial, han argumentado que el respeto de los derechos humanos es fundamental para lograr un desarrollo sostenido inclusivo, añadió HRW.
Traducido por Álvaro Queiruga