Al profesor Juan Bosch cupo el honor de advertir a la sociedad -hasta la saciedad-, lo pernicioso que sería para el país el que la política se convirtiese en negocio. Nadie hizo caso pues los peledeístas, sus discípulos, han sido los primeros en olvidar las enseñanzas del líder vegano. Los resultados no se han hecho esperar están a la vista del más ingenuo de los ciudadanos: tenemos un país donde la política es un negocio redondo. Al grado de que nadie quiere estar en la oposición y todos quieren tener un trozo de la cosa pública para servirse con la cuchara grande.
Resulta asombro ver como las campañas electorales no son más que juego de dinero de políticos ricos, pues, los pobres, no tienen acceso al electorado, los mecanismos monetarios impuestos por los partidos políticos, cierran toda posibilidad de candidatura a quien no sea millonario. La plutocracia se ha hecho dueña de los partidos y más fácil entra un candidato narco o con dinero sucio, que un hombre honrado. No sabemos cuándo el partido de Juan Bosch cayó en ese escenario, pero la verdad es que no escapa al modelo monetario que se ha consolidado. Claro, quienes piensen que eso indica solidez del modelo cometen un grave error, puesto que el empresariado ya está notando que las campañas electorales le están saliendo bastante caras, son los primeros en cuestionar el modelo de financiación.
Nadie cuestiona públicamente lo que acontece pero todos presentan las mismas quejas: están en desacuerdo con la forma en que se viene haciendo política. Lo peor es que, aparentemente, dentro del sistema de partidos, no existen posibilidades de cambios, pues todo el abanico político ha caído en las mismas redes del dinero como divisa para las candidaturas y la actividad políticas. No existen árbitros, solo intereses encontrados. La política como inversión está socavando el modelo dominicano de democracia. Nadie deberá sorprenderse si uno de estos días aparecen encuestas donde se muestre el hastío de la gente por la democracia de nombre que nos dirige.
Lo peor es que no existen políticos responsables, nadie desea jugar a héroe porque aquí como allá, los héroes mueren crucificados. Además, Drucker ha dicho que ahora no se trata de morir por la patria sino de vivir por la patria, por tanto: es mejor ser un bandido que una persona honrada con tal de ser una persona de éxito y hoy más que ayer el dinero abre puertas que la honradez no puede. Eso no es muestra de solidez pero sí de decadencia, todas las sociedades humanas han caído en un descenso cuando esto sucede. Al grado de que Karl Popper, cuando habla de los enemigos de la sociedad abierta, no se refiere solo a las ideas totalitarias sino que pone de relieve el cómo los mismos supuestos paladines del sistema, son muchas veces los responsables del colapso sistémico. No todos deben jugar a ser adinerados, a menos que la solución china se imponga, esto es: la corrupción solo es válida cuando persigue reproducir el dinero robado. Esto se logra cuando el mismo es lanzado a la productividad, pero entre nosotros ocurre sustracción y no inversión. En la actualidad, a los partidos, se los tiene como sostenes del sistema democrático; en cambio, en la República Dominicana, es muy difícil afirmar que los partidos tengan conciencia de la responsabilidad y del rol que les toca jugar bajo el sistema democrático. La lucha por acceder a los recursos que suministra la Junta Central Electoral es más importante que el sistema de partidos, todos luchan por llegar a los mismos. Es el nuevo palo en encebado de la política vernácula.
Así, la piñata política nacional, queda formalmente invitada a reflexionar sobre su papel en la estabilidad del sistema democrático. No podemos tener tantos ricos improductivos, necesitamos fomentar la productividad a todos los niveles. Los partidos políticos deberían ser ejemplos de productividad y no lo inverso. No es posible que un país que no es potencia agrícola, ni industrial, ni tecnológica consuma tantas energías solo en amasar dinero para depositarlo en el extranjero. Concebir la campaña electoral como una actividad que motoriza la economía es descabellado. DLH-21-10-2015