Por Milton Olivo
El término poder tiene múltiples definiciones y usos; se utiliza para describir la facultad, habilidad, capacidad o autorización para llevar a cabo una determinada acción.
El presidente de la Republica, representa el Poder Ejecutivo, es el primer poner de estado. Su deber, está establecido en su juramento; “Cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes”.
Los demás poderes son medios, para hacer que se cumpla los fines; lo pactado en la Constitución y lo establecido en las leyes y conseguirlo, es la misión del estadista.
Por eso, para ser un estadista, se exige visión de futuro y desprendimiento de las ambiciones personales y tener la grandeza para concertar grandes acuerdos nacionales aunque sean ideas de otros.
Winston Churchill, definió claramente lo que es un hombre de Estado: “El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”
Por ejemplo, si una institución no cumple con su deber, es obligación del Estadista crear los medios, para que esta no siga defraudando la población ante la cual juró y hacer que cumpla con su deber. Y someter a la justicia los responsables de cualquier irregularidad.
De lo contrario, dejaría de ser un Estadista, para convertirse en un irresponsable o un cómplice; o ambas cosas.
En RD estamos perdiendo la soberanía territorial, con la invasión haitiana; la independencia financiera, con el endeudamiento externo; perdido el imperio de la justicia, con la impunidad; y la seguridad en las calles con la delincuencia.
La desmoralización de las instituciones armadas, por los salarios de miseria; y de la población con los crecientes niveles de miseria resultado de la corrupción.
Todo esto, fruto de una gran complicidad de la clase política y parte del sector empresarial, que se refleja en el destino de los Aeropuertos, los terrenos de San Souci y otros; ante la aparente indiferencia del sector militar, y la impotencia de la población.
Es evidente que el problema del PLD, es que intelectualmente no han descodificado la auténtica naturaleza del poder, convirtiéndolo en un sistema de reparto y un cao de burda y descarada ineficiencia institucional.
Los ejemplos son evidentes, para muestra un botón; el Sistema Judicial y su complicidad con la impunidad; el Poder Legislativo; con su barril, su barrilito y demás irregularidades.
Mi tesis sobre la causa, es lo que he denominado el Síndrome Trujillo; la confusión en los últimos tiempos; de que un Poder Ejecutivo fuerte y rector de la vida nacional es replicar el modelo Trujillista, cuando, si se hace para cumplir y hacer cumplir la constitución, dentro del imperio de la ley, ese es su deber. Y esa es la causa de la vigencia del Generalísimo.
Es cuando me doy cuenta, que de tanto tratar de negar y echar excremento sobre la imagen del Presidente Trujillo, hemos llegado a perder incluso la visión, de lo positivo de aquella poderosa Era; cuando nuestro territorio era sagrado, teníamos independencia financiera, existía absoluta seguridad en las calles, y el Poder Ejecutivo era el rector de la vida nacional.
Aquel pecó por exceso de autoridad, que lo llevo a atropellar los derechos humanos. Estos por ausencia de autoridad, han permitido que las instituciones, la corrupción y la inseguridad conspiren francamente para destruir los derechos ciudadanos y la seguridad y la felicidad de las familias dominicanas.
El autor es Escritor y presidente del Partido Quisqueya Potencia –PQP-.
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