Nadie con sentido de justicia y honestidad intelectual puede poner en duda el carácter perverso de la guerra económica: desabastecimiento de de bienes de consumo, sustracción de divisas, especulación comercial y financiera, y maniobras para provocar devaluación de la moneda, puesta en práctica por los enemigos del proceso bolivariano en Venezuela.
Igual resulta innegable su impacto negativo en términos políticos-electorales, potenciados por el rol alienante de la gran dictadura mediática mundial.
Es claro, además, que la caída del precio del petróleo, inducida en parte por EEUU y aliados, le ha hecho significativos estragos a la economía venezolana y a los planes sociales de su gobierno.
Hubo –y hay- mucho sabotaje económico, múltiples formas de acaparamiento, contrabando, evasiones, especulaciones y estafas del gran empresariado privado en combinación con sectores corrompidos del gobierno chavista. Ni hablar de la manipulación desde Colombia del comercio legal e ilegal en detrimento del país vecino.
Todo eso es verdad, como lo es que pudo ser mejor contrarrestado desde el Estado Venezolano, enfrentando aéreas sensibles del mismo que fueron contaminadas por la corruptela contrarrevolucionaria, implementando correctivos más contundentes en materia de control del sistema de divisas, del comercio exterior y la banca privada.
La permanente amenaza militar de EEUU ha sobre-dimensionamiento el gasto militar de Venezuela a costa de la inversión pública, al predominar la lógica de fortalecer sobre todo las fuerzas armadas regulares en lugar de un diseño de guerra asimétrica, guerra de todo el pueblo, iniciativa realmente más económica y más disuasiva.
Son muchos y difíciles, pues los factores contrarrevolucionarios que han operado –y operan- contra el proceso bolivariano. No tengo dudas de que ha sido –y es y será- así.
• MÁS ALLA DE LOS ATAQUES DE SUS ENEMIGOS.
En Venezuela operan muy articuladas la contrarrevolución interna y la contrarrevolución imperialista, empeñadas no simplemente en una restauración conservadora, neoliberal, dentro del “juego democrático-representativo; sino un pérfido proyecto contrarrevolucionario y re-colonizador que implica la toma de su petróleo, valiosos territorios y recursos estratégicos vitales.
Esto de cara también a la pretendida derrota política de la insurgencia armada y civil colombiana, al debilitamiento de Cuba, Ecuador, Bolivia, Brasil y a la desarticulación del Alba, la Celac y Unasur… y muy especialmente de cara a la conquista de la Amazonía y sus inmensas riquezas; consumado ya el viraje a la derecha de Argentina y otros contra-taques previos y diversos en otros países del Continente, entre los que se destacan fuertes golpes reaccionarios en Honduras y Paraguay y ahora los avances de su contraofensiva derechista en Brasil.
De manera que este duro revés electoral, aunque incompleto en vertientes claves para provocar el giro total, no es conveniente minimizarlo; mucho menos presentarlo desde el gobierno venezolano como un supuesto triunfo de la democracia.
Se trata realmente de una victoria de las fuerzas de la reacción, profundamente anti-democráticas, que amerita analizar sin tapujos sus causas y efectos a la mayor profundidad posible y mucho más allá de los efectos perturbadores del accionar de los enemigos jurados del proceso, algo que toda revolución verdadera debe dar por descontado.
Esto implica reflexionar sobre los errores propios, sobre las líneas de conducción, ritmos y profundidades de las transformaciones.
Soy de opinión – y no lo digo ahora, sino hace años (1) y (2)- que el proceso bolivariano dio señales tempranas de frenos y estancamientos –incluso en vida del Comandante Chávez-, luego del formidable rescate la soberanía nacional, del invaluable desmonte del modelo neoliberal y de los extraordinarios avances en la línea de una democracia participativa y un crecimiento de la conciencia antiimperialista, anti-capitalista y pro-socialista. Después, además, de avanzar los trascendentes procesos de integración-cooperación interestatal latino-caribeña.
Precisamente en el momento en que era necesario y posible profundizar el proceso, el peso muerto de lo mucho que quedó del viejo Estado, las consecuencias negativas de construir el partido de la revolución desde ese Estado, la estatización (no socialización) de una parte de la economía privada, la influencia de las viejas prácticas políticas de la “cuarta república” (clientelismo, paternalismo estatal, populismo), el repunte de la nueva corrupción y de la cultura rentista-petrolera en detrimento de los proyectos cooperativos y co-gestionados, el dispendio de recursos, el predominio de los intereses de Estado en detrimento del internacionalismo revolucionario, comenzaron a mellar el filo revolucionario del proceso, al no ser debidamente contrarrestados.
Todo esto dejando intacta una parte fundamental del capitalismo privado local y transnacional, así como los nutrientes de sus instrumentos políticos de vieja y nueva data; lo que posibilitó (paralelamente al desgaste de la revolución) la recomposición y crecimiento de las fuerzas afines al gran capital, particularmente aquellas que surgieron desde el corazón del empresariado contrarrevolucionario y la burguesía transnacional como fuerzas de relevo de las viejas partidocracias adecas y copeyanas.
Un gran capital actuante en el sistema financiero, en los sectores industriales y agropecuarios, en las comunicaciones, en el comercio interior, en el comercio exterior, en servicios variados (incluida parte de la salud y la educación), y colateralmente en el mundo energético; lo que le daba –y le da- poder para perturbar el proceso y nutrir las derechas de todos los pelajes.
Al para-militarismo colombiano se le dejó ganar demasiado terreno en el contexto de la distensión de las relaciones interestatales colombo-venezolanas.
La defensa del proceso desde el pueblo armado y desde una visión gran colombina y latino-caribeña, siempre se le vio con ojeriza; descansando en gran medida esa misión en las fuerzas regulares y en las reservas militares, lo que facilitó la acumulación de violencia contrarrevolucionaria interna y el chantaje estadounidense y colombiano.
La política exterior del Estado, impregnada de las normas diplomáticas, se impuso también como política exterior del partido y los movimientos sociales instrumentalizados, debilitando el internacionalismo revolucionario.
La nueva corrupción y el nuevo sistema de privilegios crecieron demasiado en las filas gubernamentales y en las estructuras de mando del Estado y del PSUV.
El plan de reconversión de la economía rentista petrolera e importadora de bienes de consumo y de capital a una economía productiva, quedó a la zaga; comprometiendo enormes recursos en la importación de alimentos, artículos de primera necesidad, maquinarias y bienes que bien podrían producirse en Venezuela. Esto fue criticado con mucha anticipación (3).
Ahora, 7 años después, el presidente Maduro se refiere al tema como factor colateralmente influyente en la reciente derrota electoral y plantea asumirlo como una meta pendiente e imperiosa.
Las tendencias socializantes quedaron solo plasmadas en una distribución más justa de la renta petrolera, importantes misiones sociales, embriones de poder comunal, leyes y proyectos sociales audaces con limitados índices de eficiencia y deformaciones electoralistas en su aplicación, y bajos rendimientos. Todo el tema del poder comunal, del poder popular, quedó bastante apabullado por el poder burocrático del Estado y el peso de las instituciones y de los métodos políticos tradicionales.
El socialismo se tornó más retorica y consignas huecas que transformaciones anticapitalistas reales en la economía, la política y la cultura. La lógica y la cultura capitalista perduraron y repuntaron, algo que el propio Chávez advirtió.
La socialización de la gran propiedad privada capitalista, de la producción, del gran comercio, de los servicios básicos privatizados, del sector financiero y del poder, primero se puso a un lado y luego –vigentes los “pactos de gobernabilidad” con la gran burguesía- devinieron en temas tabúes; confiando el desarrollo de las fuerzas productivas a un capital privado que nunca ha tenido esa vocación. Igual pasó con el reemplazo progresivo del sistema de precios por un sistema de equivalencias.
Y se le ha seguido llamando socialismo a una mezcla desordenada de post-neoliberalismo, antiimperialismo, nacionalismo, capitalismo privado en gran escala y liberalismo político; obviando las exigencias del tránsito hacia un proyecto de socialista de nuevo tipo: participativo, incluyente, profundamente libertario e integral.
• DECLINACIÓN ELECTORAL.
Todo esto, todo lo que implicaba negación de esperanzas y certezas positivas, comenzó a erosionar las bases populares y la fuerza electoral del PSUV y aliados. En el 2008 comienza esa declinación progresiva, con puntuales repuntes en los que el calado profundo del liderazgo de Chávez se empleó a fondo.
La derecha y la derecha extrema, esta última con una fuerte impronta fascista, superaron en varios comicios sucesivos el 40% de los votos válidos, aproximándose cada vez más al nivel de las fuerzas chavistas, convirtiéndose en una real amenaza en el periodo post-Chávez.
Ninguna advertencia juiciosa sobre las causas de esa peligrosa tendencia nacional, alimentada desde el exterior imperial, fue debidamente ponderada por el cogollo bolivariano.
Llegado un momento, solo Chávez -después de sucesivas promesas de rectificaciones aplazadas- captó los riegos inminentes del estancamiento y lanzó sus ideas en aquel Aló Presidente especial, bautizado en su edición especial como el necesario “GOLPE DE TIMÓN”, de profundo contenido autocrítico y rectificador, y luego formuló el PLAN DE LA PATRIA con una impronta parecida.
En tales planteamientos se sugería “dinamitar” el Estado creado en esa primera fase, traspasar todo el poder a las comunas, crear poder popular eficaz y avanzar en una línea de superación del arraigado “rentismo petrolero”, desmontar del capitalismo y su cultura, y socializar radical de la economía y el poder.
El fallecimiento del líder clausuró al parecer esa necesaria posibilidad. Sus sucesores, ante las grandes dificultades creadas a raíz del reñido proceso electoral en que Nicolás Maduro ascendió a la Presidencia, y ante el auge de la desestabilización violenta, optaron por negociar con la gran burguesía y sus instrumentos políticos, haciéndoles importantes concesiones; entrando más tarde en un tira y jala superficial; una veces con discursos encendidos y otras con palabras de reconciliación.
Las derechas y EEUU, con determinadas inflexiones y giros, mantuvieron su estrategia de erosión y desgastes del régimen y de las fuerzas chavistas; mientras que el chavismo de arriba, ya no tan chavista, puso en prácticas reacciones defensivas y políticas y actitudes que estancaron y desnaturalizaron aun más el proceso bolivariano.
• CONSECUENCIAS DE LOS ESTACAMIENTOS Y RETROCESOS.
Revolución que se estanca es revolución que retrocede, tanto por los avances de la contra-revolución interna como por la presión y acción de la contra externa, integrada por EEUU e importantes potencias capitalistas europeas. Ya se había formulado esta importante sentencia histórica en relación con el promisorio proceso venezolano.
El retroceso a lo interno se expresó en una progresiva pérdida de apoyo popular y un crecimiento del descontento por el impacto combinado de las inconsistentes políticas del régimen y del accionar enemigo.
En ese contexto, lamentablemente, el genuino interés de impedir el retroceso y enfrentar las derechas, junto con la fuerte tutoría estatal sobre una parte del movimiento revolucionario, influyó demasiado para que no fuera abordada de manera equilibrada esa dualidad dentro del proceso; debilitándose sensiblemente la independencia de los factores críticos y el accionar propio de amplios sectores de las izquierdas sociales, políticas y culturales descontentos con el estancamiento y la forma de proceder del régimen bolivariano.
La mística se debilitó hasta hacer posible este reciente “palo electoral” de las derechas unidas por su amo imperial. Esta posibilidad fue planteada por el autor de este artículo con mucha anticipación, sugiriendo poner en práctica las rectificaciones y el viraje recomendado por el propio comandante Chávez. (4)
Despreciar las directrices del GOLPE DE TIMÓN, resistirse a profundizar las transformaciones, reducir en buena medida la necesaria socialización a simples palabras, evadir un ataque a fondo a la corrupción estatal, rehuir la radicalización que implicaba no solo quedarse en la fase post-neoliberal del proceso sino avanzar hacia el desmonte del capitalismo privado y de Estado, ha tenido un enorme costo político para los sucesores del Comandante Chávez y para el proceso bolivariano, hoy con más riesgos de ser revertido que ayer.
Perdieron el control del Poder Legislativo, que ahora podrá ser usado por las derechas para impulsar con más bríos su proyecto contrarrevolucionario integral, incluidos esfuerzo para anular leyes habilitantes, contrarreformas constitucionales y muy especialmente el referendo revocatorio contra el presidente Maduro, en caso que lo entiendan conveniente no esperar los próximos comicios presidenciales.
EL PSUV y el GRAN POLO PATRIO TICO conservan algo más del 40% del electorado, el poderoso Poder Ejecutivo, otros poderes estatales y una gran capacidad de movilización, que darían para muchas cosas si existiera en la Dirección de ese proceso una clara voluntad a favor de un viraje revolucionario, resultado de una autocrítica sincera y profunda, traducida de inmediato en hechos.
Confieso mi desconfianza en esa posibilidad.
• LA RESPUESTA NECESARIA.
Confío sobre todo en la radicalidad popular, que es posible dinamizar en forma ascendente en una etapa en que se vislumbra más fácilmente la posibilidad de perder todo lo conquistado, menos la conciencia y organización acumulada; en una etapa en la que se conforman -desde dentro y fuera del PSUV y del Gran Polo Patriótico-, y en el seno del pueblo-pueblo, corrientes y bloques revolucionarios que asumen la idea de defender y profundizar el proceso a cualquier precio.
Lo dije antes, sin lograr la acogida necesaria, que la clave está en obviar el socialismo como simple retórica o demagogia de izquierda y plasmarlo en hechos; asumiéndolo como programa a ser aplicado con coherencia en transición revolucionaria hacia el nuevo socialismo; interiorizar las recomendaciones de Chávez contenida en la tesis del GOLPE DE TIMÓN y en gran parte del PLAN DE LA PATRIA, y tomar las calles, caminos, centros de trabajo y de estudios y plazas, como inicio de un gran viraje político. Asumirlo como pensamiento y acción para revertir la tendencia que favorece a las derechas en la competencia política e ideológica actual.
Un viraje que procure articular las fuerzas transformadoras de la sociedad civil popular con las que perduran al interior del chavismo real, anticapitalistas y pro-socialistas, en el seno de diferentes enclaves de poder civil y militar.
Esto implica elevar el rango de lo extra-institucional, fortalecer la independencia de los movimientos sociales y políticos contestatarios respecto al Estado, prepararse para cercar y aislar el poder legislativo bajo control de las derechas y crear nuevas situaciones que posibiliten retomar la ofensiva. Combinar, además, el rechazo categórico al retroceso en marcha con la autonomía necesaria frente a órganos estatales que se resisten o evaden el viraje hacia la izquierda y hacia el verdadero socialismo. Pasar volver a ser fuerza determinante, creando a la vez vanguardia activa.
Quizás es tarde para impedir el retroceso total.
Quizás no.
Pero lo que no es válido, es rendirse, a conciencia de que del accionar revolucionario depende incluso que hasta el retroceso o intentos mayores en esa dirección –en todo caso o eventualidad negativa- duren poco.
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(1) “En ese orden me parece que se perdió un tiempo precioso, se desaprovechó el rudo golpe dado a la oposición de derecha, se le dio oportunidad a su recomposición, se dio pie a un cierto desaliento popular y se concedió tiempo a las fuerzas oportunistas, a las partes blandas del régimen, para seguir actuando con su vieja lógica degradante.”
“La corrupción siguió creciendo, el clientelismo estatista también. Los nuevos ricos “chavistas” se fortalecieron y los viejos ricos y los viejos rico conservaron poder económico y social. La nueva derecha capitalista incrustada en el gobierno hizo poco por el SÍ, al tiempo de generar mucho rechazo en el pueblo… Como no le interesa la profundización del proceso hacia la revolución, trabajó a paso de tortuga en la campaña del referéndum. ( Narciso Isa Conde, El REVÉS DEL SÍ EN VENEZUELA: POSIBLES CAUSAS Y SOLUCIONES”, marzo 2008, Rearmando la Utopía, pág. 357 y 358)”
(2) “La falta de socialismo, los déficit en la socialización de la economía y del poder, y los desvíos en el plano ético-moral -presentes y ampliándose después de nueve años de iniciado el proceso hacia la revolución- se constituyen en los principales adversarios de un grado mucho más alto de legitimación electoral del cambio emprendido y también en factores objetivamente aliados o coadyuvantes de las derechas.”
“Muchos se han dilatado el liderazgo de la revolución y sus fuerzas motrices en enfrenar esos factores y líneas negativas. Pero todavía hay tiempo para las rectificaciones y para el buen enrrumbamiento del proceso. Tiempo y fuerzas. (Narciso Isa Conde.-“Venezuela: una victoria insuficiente”,10 de diciembre 201O REARMANDO LA UTOPÍA, PAG 364,)”
(3) “La producción de alimento, la superación del desabastecimiento, la recuperación y el control social sobre el Mercal, la eficientización de las misiones, la economía de equivalencias y la socialización de los grandes recursos en manos de la oligarquía y las transnacionales debería avanzar firme y progresivamente, sin caer en la estatización burocrática. El modelo productivo debe situarse entre las prioridades junto a la superación de la “cultura petrolera” generadora del consumismo y la dilapidación de recursos, que a su vez refuerzan la dependencia alimentaria
El ataque de la oposición envalentonada y del imperialismo, que aspiran a revertir ese proceso generador de grandes esperanzar a escala continental y mundial, no se hará esperar. Los planes de la administración Bush y del gobierno de Uribe que le sirve de instrumentos están en marcha. Urge un golpe de timón a lo interno que armonice con la combatividad anti-imperialista desplegada con nuevos bríos en la política exterior. . ( Narciso Isa Conde, El REVÉS DEL SÍ EN VENEZUELA: POSIBLES CAUSAS Y SOLUCIONES”, marzo 2008, Rearmando la Utopía, pág. 359 y 360)”.
4) “La fuerza electoral de la contrarrevolución… radica todavía en la fuerza económica del gran capital privado local y transnacional, en su poder mediático, en su hegemonía cultural nutrida por esos medios y en sus fábricas de ideología capitalista, en sus propiedades y operaciones financieras, industriales y comerciales, en el poder reversible que conserva en áreas de servicios, colegios y universidades, en la corrupción burocrática, en el capitalismo de Estado…”
“Y esa correlación cambiaría radicalmente en favor de la revolución con una reconfiguración de las fuerzas de vanguardia y un impulso categórico a la socialización (que no es igual a estatización), bien pensado, paulatino, sostenido, firme y ascendente; acompañado del estímulo sostenido a los cambios revolucionarios a nivel continental y mundial.”
“No hay de otra. Revolución que se estanca y aísla, se debilita, retrocede y sucumbe. Revolución que avanza, profundizándose, radicalizándose a su interior y más allá, resulta muy difícil de derrotar.”(Narciso Isa Conde, .-“Venezuela: una victoria insuficiente”, 10-12-2013, Santo Domingo, RD, Obra Citada).
9-12-15, Santo Domingo, RD.