Diciembre es la época del año cuando más vehículos se venden, y también el mes ideal para vivir en carne propia el desorden en que se convierte el tránsito citadino. Aunque en prácticamente todo el año esto último ha pasado a ser algo recurrente, día por día. Y no necesariamente en las llamadas “horas pico”.
El desorden que registra el tránsito vehicular en la capital dominicana tiene su carga delincuencial. ¿Por qué? Hay conductores de vehículos de todo tipo -jeepetas, “guaguas voladoras”, carros, autobuses, camiones, motocicletas- que violan las más elementales normas de conducta que deben exhibir los seres humanos.
Ejemplos hay de sobra. Donde termina la avenida San Martín, en la esquina con Kennedy, “guaguas voladoras” en forma arrolladora usan la salida de una empresa y, de forma abrupta, bloquean el paso de todos los conductores que hasta ese momento iban delante. En la calle Mercedes, justo en el lateral norte del Parque Independencia, las guaguas y carros públicos esperando pasajeros convierte aquello en un pandemonium.
Ni hablar de las situaciones que se dan en la Ovando con Gómez; en la Isabel Aguiar, en Herrera, en la llamada ´Esquina Caliente´; Tiradentes con Roberto Pastoriza, en la San Vicente con entrada a Sabana Perdida, Correa y Cidrón con Abraham Lincoln, Colombia con Sol Poniente, etc., etc.
El crecimiento desmesurado del parque vehicular ha traído estos vientos que, en lo inmediato, ni a corto ni largo plazo aparentan tener solución a la vista. Eso va aparejado también con otro crecimiento de enorme impacto: el de unidades habitacionales, sin importar que sea horizontal o vertical. Datos oficiales dan cuenta que el Gran Santo Domingo tiene una población que supera ya los tres millones de habitantes.
Cada día que transcurre, más y más vehículos pasan a engrosar el ya saturado parque vehicular del Gran Santo Domingo, que acoge el mayor porcentaje de unidades existentes, aun cuando la situación también es crítica en centros urbanos como Santiago, La Vega, La Romana, Higüey, San Francisco de Macorís, Puerto Plata, Bonao, y otros.
Siendo conservador, consideramos que en un intervalo de tiempo de 24 horas pueden sumarse más de 50 unidades al parque vehicular del Gran Santo Domingo. ¿Qué es lo terrible en esto? Las calles y avenidas siguen siendo las mismas, ¡y del mismo tamaño!
Ahora, si sumamos la cantidad que se añade en un mes, luego en dos, tres, cuatro, cinco meses. ¿Y en un año? Esto es como una bola de nieve en una pendiente, que empieza minúscula y, a medida que va creciendo, termina siendo un peligro letal en su curso hacia el abismo.
¿Cuántos vehículos por día o en un mes salen de circulación para siempre debido a malas condiciones?, Eso se reduce a los que quedan inservibles por choque o por incendio. Son una ínfima proporción del total general.
Ciudades como Nueva York, Londres, Tokio, París, Sao Paulo, en las que se movilizan a diario decenas de millones de personas, tienen un efectivo y eficiente servicio de transporte colectivo, sean trenes o rutas de guaguas. Solo de este modo estas metrópolis tienen razón de ser. Si cada familia tuviera un vehículo para transportarse, el caos fuera insostenible.
El Gran Santo Domingo, con una población que se aproxima a los tres millones de habitantes, aparte de los cientos de miles que a diario incursionan en esta jurisdicción, por un modo u otro, necesita de un eficiente sistema de transporte colectivo.
El servicio actual que brindan la Omsa y los gremios choferiles adolece de serias deficiencias que no llenan las expectativas que demanda la gran masa de población.
En el Gran Santo Domingo se han erigido obras para agilizar el tráfico vehicular, como elevados, pasos a desnivel, nuevos puentes sobre los ríos Ozama e Isabela, a lo que se agrega la entrada en servicio de las únicas dos líneas del Metro.
Todas esas obras han cumplido su cometido, pero a fin de cuentas y a medida que pasa el tiempo van tornándose insuficientes por la exagerada cantidad de unidades del parque vehicular.
De conjunto, el Distrito Nacional y las provincias Santo Domingo y Santiago aglutinan el 52.87% (datos del 2014) del parque vehicular a nivel nacional. Es decir, en esas tres demarcaciones se concentra más de la mitad de las unidades existentes en el país.
En resumidas cuentas, tiene que ser un esfuerzo de todos los sectores involucrados, entiéndase sector público, organismos autónomos y descentralizados, empresarios, profesionales, pueblo en general. El caos en el tránsito nos afecta a todos, y no podemos permitir que se convierta en algo insostenible a corto, mediano y largo plazo.
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