Cuando se supo la noticia, nadie podía ni quería creerlo. No era posible. Fue como un rayo fulminante que caía con determnación sobre nuestros corazones. Como pajarillos que buscan refugio cuando una tormenta impacable le destruye su nido, toda la nación dominicana y cada uno de sus habitantes, sintío la tarde de este martes 15 de diciembre, que la muerte le arrancaba uno de los suyos. Eran inconcebible pensar y sentir que Juan de los Santos, el gran amigo Juancito, había perdido la vida.
Fue como si de repente, sin avisarnos ni preveerlo, se congelara por un momento nuestras sonrisas. Esas sonrisas que eran parte de la vida de Juancito en todo momento. El era un hombre siempre alegre, solidario, amigo de los amigos, hermano de los hermanos, un ejemplo de superación y de apoyo a causas nobles. Como político, estaba desarrollando una las carreras más promisorias e impactantes en la vida nacional. Como empresario, estaban transitando un camino de transformación y adecuación a las nuevas normas de solidaridad y justicia social. Como ser humano, era un preocupado permanente por su familia, por sus conciudadanos, por su pueblo, por la humanidad.
Momentos antes de su partida física, estuvo compartiendo con sus dos hijos en el colegio y escribiendo una de las páginas más memorables de amor y de entrega como padre. Nunca ni él ni nadie, podía imaginar que ese sería su último momento de amor, afecto y ternura con esos dos embriones de esperanzas que con tanto esmero estaba cultivando. Solo unas horas después de ese hermoso momento de amor paternal, el odio y la sinrazón le arancaban la vida y la sonrisa, mientras la nación dominicana se sumía en uno de los momentos de dolor más intenso, doloroso e inexplicable de los últimos años.
Hasta siempre, Juancito. Hermano, amigo. Nunca olvidaremos tu gran afecto y tu gran amor para con aquellos que nada tienen. Nunca olvidaremos tu ejemplo de gladiador permanente por las causas de la justicia. Nunca olvidaremos a ese hombre sencillo y justo que supo sembrar amor y solidaridad en los corazones de cada uno de nosotros.
Hasta siempre, Juancito. El dolor de tu partida es un compromiso para seguir caminado en la ruta de tus sueños e ideales. Estos son momentos donde nos duele hasta el alma. Y en momentos como estos, más que nunca, debemos mirar hacia Dios, nuestro Supremo Creador, que es la verdadera fortaleza de nuestras vidas.
Y a ese Dios, pletórico de amor y misericordia, levanto mi oración de despedida al amigo Juancito: "Mi Dios da consuelo y misericordia a las tres familias que han sido afectadas por esta tragedia. Que esas familias encuentren en tí Señor, la fortaleza y la misericordia para poder pasar esta situación y ser abrazados por tu amor y tu comprensión. Danos fuerza y denuedo a todos sus amigos y relacionados para servirle de apoyo y darle consuelo a ellos, así como tu nos consuelas cuando pasamos por situaciones difíciles. Que este momento de desconcierto y dolor nos sirva a todos para elevar nuestros ojos hacia tí y abrir nuestros corazones para que tú seas Señor y Salvador de nuestras vidas. Danos visión y discernimiento para sembrar tus valores en nuestros corazones, para buscar la paz y la concordia, para saber que tu eres el soporte y la salida de todas nuestras situaciones, que no hay deuda grande o problema grande sino que hay un Dios más grande que todos los problemas. Padre Celestial, Bendice, proteje y consuela a todas esas familias y a todo nuestros pueblo. Te lo pido en el nombre poderoso de tu hijo Jesús. Amen"
Euri Cabral
Es Economista y Comunicador