El mundo está cargado de armas de fuego que están esparcidas por doquier, inclusive en el mismo interior de nuestros hogares. Desde una pequeña pistola hasta un poderoso misil son exhibidos orgullosamente por la especie humana para amedrentar, neutralizar, destruir y desaparecer al “enemigo” porque el fin justifica los medios.
Es la sociedad del siglo 21 terriblemente dividida, desangrada, cargada de violencia, odio, de destrucción, de violaciones a las normas de convivencia pacífica, de la paz y de la sociabilidad.
Vivimos en un mundo poderosamente armamentista y pobremente deshumanizado, donde los valores familiares y colectivos están siendo destrozados por la pólvora y la sinrazón.
Es el mundo de la industrialización, de los avances tecnológicos inimaginables, de la creatividad humana, del crecimiento económico pero también del surgimiento del terrorismo, del aumento de la pobreza, de la exclusión, del desorden, de la falta de justicia y de la desigualdad social.
La violencia nace, crece y se desarrolla en el propio hogar para posteriormente establecerse en el seno de la sociedad como algo habitual y como expresión del comportamiento humano.
Desde que nacemos estamos presenciando un espacio social cargado de violencia con los juguetes que nos regalan nuestros propios padres, la mayoría de ellos diseñados y estructurados con enorme carga de simbolización de la violencia como son las escopetas, revólveres y los videos que narran episodios de guerras y destrucción.
El cine y las telenovelas proyectan imágenes de violencia, de irrespeto a la dignidad y convivencia en la sociedad civilizada.
Violencia Generalizada
Ante tantas barbaries en el mundo se hace impostergable una revisión a los contenidos de las producciones cinematográficas y de telenovelas, el Internet así como de la industria disquera.
¿Por qué no apelar al uso de un mensaje dirigido a transformar la sociedad, a educar a los niños y jóvenes y fomentar los valores familiares y ciudadanos?
¿Por qué no elaborar prosas que nos inviten a proteger los ríos, arroyos, mares y árboles que todavía quedan en este desdichado planeta?
En Estados Unidos, Colombia, El Salvador, Haití, Guatemala, Honduras, Brasil, México, España, Francia, Jerusalén, Siria, Irak y República Dominicana los asesinatos derivados de la violencia son expresiones de la cotidianidad y del diario vivir.
Los dominicanos tenemos más de cinco décadas tratando de ponernos de acuerdo en establecer nuevas reglamentaciones para disminuir el porte y tenencia de armas de fuego entre la población civil. Pero los intereses de los comercializadores de esas armas impiden que el Congreso Nacional apruebe definitivamente una iniciativa legal que proyecte una reducción de los hechos delictivos.
En ese sentido, el Procurador General de la República, Francisco Domínguez Brito, planteó que la mayor tasa de criminalidad ocurrida en el país se debe al uso y abuso indiscriminado de las armas de fuego.
Y citó que “de los 1,808 homicidios ocurridos en el país el pasado año, 1,130 fueron con armas de fuego, lo que representa un 62 por ciento de estos casos”.
Sin embargo, entre enero a septiembre de este año 2015 se registraron unos 1,270 homicidios en el territorio nacional, de acuerdo a un estudio difundido en los medios de comunicación.
Muertes que Conmocionan
El asesinato del alcalde del municipio de Santo Domingo Este, Juan de los Santos y de su guardaespaldas, Archie de Jesús Medina, no tan solo ha consternado a la sociedad dominicana sino que podría ser el punto de partida para la búsqueda definitiva al grave problema de la proliferación de armas de fuego entre la población.
El presidente Danilo Medina, líderes políticos, empresarios y otros representantes de la sociedad civil han coincidido en que país requiere de una profunda reflexión ante el incremento de las acciones violentas que llevan luto y dolor a las familias dominicanas.
No se trata de la aplicación de un simple programa de reducción de armas de fuego legal e ilegal sino de crear conciencia entre la ciudadanía de la importancia de la convivencia pacífica, de la armonización, del respeto a los demás y de la creación de una cultura de paz entre los seres humanos.
Pablo Neruda, Pedro Mir, Gabriela Mistral, Gabriel García Márquez, Mario Benedetti, Juan Bosch, Ernest Hemingway, Juan Isidro Jiménez Gullón, Miguel Ángel Asturias, Octavio Paz y Camilo José Cela nunca utilizaron armas de fuego en sus fructíferas y productivas vidas. Fueron personas extraordinarias que amaron la paz y emplearon su intelecto para promover un mundo donde reine el amor, la comprensión, tolerancia y la armonía social.
Viernes, 18 de diciembre del 2015