Regresábamos en helicóptero desde el parque industrial Codevi, Oaunamithe, en la frontera domínico-haitiana, donde están las operaciones del Grupo M, y donde se levantará el piloto Zona 1 de los cuatros grandes polos de desarrollo que ha proyectado crear el Consejo Económico Binacional Quisqueya, que totalizarán una inversión superior a los 2000 millones de dólares, y en una parada para reabastecimiento de combustible en el aeropuerto de Santiago, es donde nos percatamos de la tragedia.
Al chequear mi teléfono estaba repleto de llamadas perdidas y el whatspp insoportable, pero guardé el aparato y abordamos de nuevo con rumbo a la Capital con el alma compungida y buscando fortalezas para no estallar, pero desde que puse un pie en el helipuerto, me invadió la sensación de la terrible pérdida y ya no pude contenerme.
Mi trato con Juan de los Santos fue muy cercano, nos convocábamos una vez por semana a cualquier lugar a conversar sobre distintos temas, nos consultábamos todas las decisiones importantes de nuestras vidas, y cuando menos una vez por año armábamos un viaje familiar.
Testifiqué en primera fila su evolución de cabeza del más prestigioso consorcio de bancas deportivas a la del líder más popular y mejor valorado del municipio de Santo Domingo Este y una de las figuras más conocidas a nivel nacional del Partido de la Liberación Dominicana.
Acompañando a Danilo Medina en los recorridos que hizo en la precampaña y la campaña electoral para las presidenciales del 2000, el gusanillo de la política lo envolvió de manera inapelable, y motivó una gran transformación de su estilo de vida.
El hombre joven, elegante y próspero con una agenda parrandera, fue evolucionando hacia uno de mayor compromiso social y familiar, abandona la calle y funda un hogar estable y feliz con Berlinesa Franco, se dedica a tener tres hijos, unos tras otro, porque ya ha entrado en los cuarenta años y los quiere ver crecer con amor y calor de padre.
El tránsito hacia la política había sido abonado por la labor social que venía haciendo desde hace tiempo a través de una fundación, pero al momento de promover su primera aspiración, que fue a diputado, los estudios arrojaron una realidad que no podía ignorarse: a Juan de los Santos, no lo conocía nadie, a Juancito lo conocían un poco, pero a Juancito Sport lo conocían ampliamente, por lo que se aprovechó la identificación más conocida y que estaba asociada a eficiencia, modernidad, solvencia y cumplimiento.
Muchos aún le llamaban Juancito, pero Juan de los Santos ya era el nombre prestigiado de una estrella política en ascenso. No merecía esa muerte porque no consolidaba enemistad, siempre procuraba conciliación.
He perdido a uno de mis mejores amigos, su familia al líder, y el país a un gran servidor. ¡Descansa en paz hermano. Tu recuerdo vivirá!
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