El 2015, que en mi memoria no registro un fin de año tan entristecido, por la trágica partida de un gran amigo: Juan de los Santos, arroja un balance positivo para la República Dominicana, cuya economía se mantiene entre las de mayor auge en la región, y un viento esperanzador ha tocado la piel de las personas que viven con mayores precariedades.
Son las beneficiarias del mayor plan de infraestructura escolar que se haya erigido en toda la historia, de las decenas de estancias infantiles, de la multiplicación de las farmacias populares, de la ampliación de los cobijados bajo el régimen subsidiado de la seguridad social, de la construcción de miles de viviendas de bajo costo con la participación del sector privado, de la ampliación y modernización de varios hospitales públicos, y en favor de ellos el presidente de la República, semana tras semana, sacrificando su tiempo de ocio, ha especializado las visitas sorpresas que se han convertido en un modelo política social que otros países tratan de emular.
La clase media se hizo más grande que la franja de pobreza y ha visto un respiro con las constantes rebajas en los precios de los combustibles producto de la baja de los precios internacionales del petróleo, y siente que con la eficiencia del sistema 911 puede recibir el auxilio inmediato frente a una emergencia.
Los asalariados del sector privado recibieron dos reajustes en la tarifa de salario mínimo, uno monetario, de un 15% y otro en el salario social que más impactante, el aumento de asignación anual para medicamentos ambulatorios, llevado de tres a ocho mil pesos, el incremento del catálogo de medicamentos y la disposición de un millón de pesos por cada evento para 17 enfermedades catastróficas.
Fue también el año de ocurrencias inaceptables: casi un centenar de personas fallecidas a causa del dengue y ganamos el deshonroso segundo lugar en casos de muertes por accidentes de tránsito, con 41.7 por cada cien mil habitantes, dato que tiene muchas implicaciones, porque esos accidentes no solo se llevan muchas vidas sino que también son reproductores de pobreza e implican un alto costo para el Estado.
Poca cosa ocurrió para la eliminación de la sensación de inseguridad que abate a los padres que ven salir a sus hijos hacia las universidades, como botón, el asesinato de la joven Franchesca Lugo Miranda, crimen del que participaron agentes activos de la Policía Nacional, institución que estuvo en la palestra por el show politizado del raso cebolla que exponía la realidad de los bajos salarios, tema que no debe abordarse sin el de la reforma policial.
El suicidio de un ingeniero en un baño de OISOE, fue una ocurrencia muy penosa que evidenció que algunas manos distorsionaban lo que el presidente Danilo Medina concibió para que miles de ingenieros y arquitectos que deambulaban de un lugar a otro sin chance de progreso tuvieran la oportunidad de capitalizarse, pero poco importa que haya una nueva gestión que hace las cosas como se deben, porque no es corrección y sanción judicial lo que se persigue sino temas de campaña.
Las reformas constitucionales siempre han sido traumáticas y sobre todo cuando involucran el tema de la reelección presidencial, sin embargo, esta vez la coyuntura posibilitó un pacto político que hizo innecesario acudir a las bóvedas de un banco a retirar dinero por sacos para comprarla, y el país entró en un esquema de alianzas impensables.
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