Los crímenes por doquier, propios de pusilánimes que no valen un centavo porque carecen de las agallas propias de todo ser digno, llevan dolor a las familias al margen de la especie de que se trate.
No sería un mentís afirmar que los hechos de violencia se han convertido en una rutina macabra, no siempre con sanciones aleccionadoras. Esto puede motivar a la nada grata medalaganaria actitud de ajustes de cuentas populares y/o personales.
Quienes se abrazan al raciocinio “no comprenden” qué está pasando en algunos seres humanos que actúan con vileza contra humanos y animales, arrastrando tras de sí la indignidad.
Ahora fue a Laiko, víctima escogida para quitarle la vida. El afecto entre ambos era recíproco, consolidado cada fin de semana cuando llegaba a aquella zona rural perteneciente a la provincia de Monte Plata.
Laiko residía en la casa de un odontólogo en la citada zona rural, pero cuando me alcanzaba a ver se acercaba, terminábamos en un abrazo y compartía mi almuerzo con él.
En una de mis visitas a la zona me dieron la desagradable noticia de que Laiko estaba al borde de la muerte fruto de un envenenamiento premeditado hecho por un bandolero para quien la vida de un ser no vale nada.
Llamé vía celular a un veterinario que me orientó a ligar carbón molido con agua, echarlo en una botella y darle esa bebida. Tres hombres sujetaron a Laiko, mientras le daba la toma.
Realmente no creía que Laiko se salvaría de ese primer intento en matarlo. Lo conocía desde que era un bebé y quería, por igual, a su madre que murió similar circunstancia. En su adultez, Laiko vivía atento a quien se acercaba al entorno y si no era conocido daba la alerta inmediata.
Estaba en el trabajo el miércoles 6 de este mes y año cuando sonó mi celular. Al escuchar que habían matado a Laico, envenenado, no probé bocado ese día. Esta vez no pude ayudarle. Cuando vuelva a la zona echaré de menos su abrazo y compartir comida con él.
Cuando paso por algunos lugares y veo maltratos de esta y otras índoles, recuerdo la “existencia” de “Ley 248-12” sobre protección animal y tenencia responsable que establece hasta un año de cárcel y 50 salarios mínimos.
No obstante, son pocos los sometidos por maltratos en esta fauna donde el tremendismo no es asombro en cualquiera de las especies vivientes. Ahora fue a Laiko y otros tantos seguirán la misma suerte sí no se empoderan de la valía de esta ordenanza y otras que ameriten más tesón para bien de todas las especies que comparten este terruño.
07-01-2016