La tasa de analfabetismo todavía está en los dos dígitos en República Dominicana. El 4% del PIB no es suficiente, con la agravante de que se denuncian desvío y múltiples escuelas sobrevaluadas. La inversión hecha en educación es de retorno, porque mientras mayor nivel educativo tiene la persona mayor es su perspectiva de desarrollo, pero se requiere un presupuesto mayor, planificación y honestidad en el uso de los recursos.
En el marco de las prioridades, en una eficiente lucha contra la pobreza social, en segundo lugar debería estar el servicio de salud, en el que apenas el Estado invierte el 2% del PIB y los hospitales no satisfacen las más mínimas expectativas de salud. Y muchas enfermedades, ausentes en la mayoría de países del área, podrían evitarse con simples medidas de prevención, pero la corrupción pública y la politiquería impiden atención al problema.
Otro aspecto de vital importancia, en la lucha contra la pobreza social, sería reducir a su mínima expresión el desempleo, que ronda el 20%, ofreciendo facilidades a inversionistas nacionales y extranjeros, reduciendo impuestos a sectores productivos y estimulando más la denominada economía de servicio. Sin embargo, los sectores productivos tienen obstáculos muy grandes en el caótico servicio eléctrico, los costos irracionales de los carburantes y la inseguridad ciudadana.
El Estado dominicano se hace el loco respecto a políticas cardinales para el desarrollo equitativo de la población. Y mientras un segmento político se enriquece, la mayoría de la población es pobre y muy pobre. De nada vale que el Banco Central anuncie crecimiento del PIB si el mismo no se transfiere a la población. De nada vale, Tampoco, que el gran Santo Domingo tenga cada día más torres si no se toman medidas eficaces contra la pobreza.
El Estado dominicano lo que hace es ofrecer asistencias a hogares pobres, las cuales se expresan con los denominados bonos. Pero ¿qué país se ha desarrollado con asistencialismo? Eso es convertir a la gente en mendigo, impedir su ascenso social y llevar conformismo, razón por la que se aplaude al retornar el servicio eléctrico después de un largo apagón.
Ese asistencialismo de etiqueta PLD tiene objetivos políticos y sería incrementado en esta campaña electoral. Vender el voto es vender la conciencia. Mientras la gente de los barrios siga vendiendo su voto jamás encontrará el camino de salir de la pobreza social.