El embrazo es sin duda una de las etapas más hermosa de la vida de una mujer, una etapa que trae consigo no solo un nuevo integrante a la familia sino también nuevas responsabilidades, retos y sacrificios que inyectan a tu vida un cambio de 360 grados; y no es para menos, pues dentro de ti crece una persona a la cual enseñarás el sentido de la vida o al menos el concepto que tienes sobre el ella.
Desde el momento en que recibes la dulce noticia, tu cuerpo se somete a un proceso emocional intenso que no sabes cómo controlar, desde mareos, llantos y risas, hasta un macado síntoma de ansiedad.
Una vez digerida la noticia, debes de inmediato comenzar las visitas de rutina a tu médico, para llevar un control adecuado y sano del futuro bebe que se forma en tu vientre, embarcándote en una carrera sin final que durará el resto de tu vida.
A medida que van pasando las semanas es inevitable notar que los jeans que tanto te gustaban ya no suben con tanta facilidad, todo lo contrario, ponértelos en esta etapa pareciera ser un deporte extremo. A esta lista negra comienzan a sumarse, los vestidos coquetos que te ponías los domingos y esas blusas de flores que eran tu delirio a la hora de salir a tomarte unos tragos con tus amigas.
Y así van pasando los días. La pancita comienza hacer acto de presencia y ya comienza a notarse. Tus amigos y familiares despliegan un derroche de elogios, felicitaciones y bendiciones para ti y ese retoño que crece sin parar en tu vientre.
Al llegar a la semana 16 las especulaciones hacen acto de presencia, que si es ¿hembra o varón? Pareciera como un juego de apuestas en los que tus allegados hacen inversiones millonarias intentado adivinar ¿qué será?, por lo puntiaguda que esta la barriga parece tener un sexo u otro, que si tienes muchas acidez es señal de que tendrá muchos cabellos, y así se van sumando una serie de mitos que al final hasta divierten.
Es tanto el ingenio y la especulación de la gente que en cierto punto del embarazo uno pone en tela de juicio hasta el conocimiento del médico de cabecera que lleva el control de todo el proceso, al punto tal que llegamos al consultorio con un bombardeo de preguntas sin sentido que lo dejan boca y abierto.
Y qué decir de la famosa ciática que arruina nuestros sueños, esos dolores que entumecen hasta el alma y que te quitan la movilidad momentánea, sin dejar de quitarle su papel protagónico a la acidez, que de manera estelar hace de las suyas cada vez que puede.
El tema de las patadas en un caso aparte. Esas pequeñas manifestaciones de vida que en momentos poco previstos recibimos hacen que esta etapa en particular sea mágica e indescriptible, como se acomodan en ese pequeño espacio que por nueve meses o un poco menos es su hogar.
Mientras más cerca de la fecha de parto, más expuestas a cambios estamos las embarazadas. Ya por ahí comienzan a sentirse pequeñas contracciones que nos sumergen en la disyuntiva de cómo será y como vendrá. Si estamos preparadas para darle el cuidado que amerita un ser tan delicado y pequeño, y sobre todo si viene tal cual lo hemos imaginado, lleno/a de vida y salud.
En fin, definir este momento nos cuesta mucho, ya que estamos sumergidas a un bombardeo intenso de hormonas que nos cambian hasta los pensamientos, y que nos vuelve incoherentes. Pero ese pequeño lapsus de claridad que nos regalan nuestra mente permiten que cada momento de dificultad, complicaciones y trasnochos tenga valía, ya que pensar en esa carita y esa persona que se forma dentro, aumenta nuestros deseos de seguir adelante sin importar, las estrías, el sobre peso que vamos adquiriendo, entre otros tantos cambios que se suman durante el proceso. Estas y otras razones más convierten en esta etapa en una de las experiencias más hermosa y sublime de cualquier mujer.