Es lamentable que los gobiernos nunca se hayan preocupados por mantener en el tren gubernamental a los recursos humanos que ellos mismos capacitan, invirtiendo dinero y tiempo que luego cada cuatro años tiran a la basura.
La reflexión a propósito del virus zika, transmitido por el mosquito Aedes Aegypti, y que ya está presente en la República Dominicana.
Hace varias décadas, la entonces Secretaría de Salud Pública y Asistencia Social, a través del Servicio Nacional de Erradicación de la Malaria (hoy Centro para el Control de Enfermedades Tropicales) formó a varios técnicos en entomología, enviándolos a una universidad de Carolina, en Estados Unidos.
Algunos de esos jóvenes que fueron a prepararse en esa área, que se encarga del estudio de los insectos pero específicamente de los mosquitos que son endémicos en nuestro país, fueron los que obtuvieron mejores notas y generaron gran admiración y expectativa en esa alta casa de estudios.
Hoy en día esos jóvenes (ya entrados en edad) pululan por ahí, dedicando su tiempo a trabajos marginales y sin que el Estado aproveche la inversión económica que hizo para formarlo. Un ejemplo es Juan Acevedo Nova, que fue el mejor estudiante de su promoción, y que hoy está dedicado a otro oficio. Podrían ser útiles en los planes para impedir que el virus, que es similar al del dengue, la fiebre amarilla, el virus del Nilo Occidental y la encefalitis japonesa, cause estragos en la población dominicana.
En uno de los cambios de gobierno fueron separados de la institución, que hoy en día es una triste entelequia, para colocar en sus lugares a otros, motivado en favores políticos.
Frente a la amenaza del virus zika, el dengue y de otras enfermedades endémicas, el mejor muro de contención es dotar de los recursos necesarios al Centro para el Control de Enfermedades Tropicales (CENCET) para que recupere la importante función que otrora tenía. Lo demás será puro invento, que al final pagaremos con vidas de valiosos dominicanos.
Si cada año se incrementan los casos de muertes por dengue se debe a la falta de recursos económicos y al abandono en que está sumido el CENCET, cuyas instalaciones parecen una ruina.
El Servicio Nacional de Erradicación de la Malaria, posteriormente transformado en el CENCET, en sus años de gloria contaba con un personal altamente capacitado, que mantuvo a raya esa y otras enfermedades transmitidas por vectores. Además de la prevención y control de esas enfermedades tropicales, ese organismo dependiente de Salud Pública llevaba a cabo labor de investigación entomológica, enviando técnicos a prepararse en universidades de Estados Unidos.
En término de control, prevención y erradicación de enfermedades transmitidas por mosquitos pareciera si anduviéramos como el cangrejo. Y no me vengan con el cuento de que son otros tiempos, porque pese a la tecnología y a la difusión de información, ahora estamos peor.
Para evitar el impacto negativo del zika y el incremento todos los años de los casos de dengue hay que convertir el CENCET en una institución que cumpla verdaderamente su rol de prevención y control, dotándola de personal cualificado, vehículos, tecnología y recursos económicos.