César Pérez es uno de esos escritores a los que siempre hay que leer con respeto más allá de las concordancias o las disidencias porque invita a la reflexión seria y profunda sobre los temas que plantea en cada entrega, procurando edificar didácticamente a sus lectores, entre los cuales me encuentro.
He leído con atención el artículo sobre “los “alternativos” y la relación entre ética y política” citando el libro del reconocido escritor y guionista italiano Francesco Piccolo, “El deseo de ser como todos”, donde habla de principio y ética en el accionar político coyuntural.
“Quien actúa bajo el principio de la ética de la responsabilidad piensa en lo que pueda derivarse de su accionar; más que conservar el corsé del principio, le interesa tomar el riesgo de una acción que pueda desencadenar un posible y deseable cambio. En esencia, en todas las coyunturas políticas la ética de la responsabilidad es una actitud ética positiva, activa, propositiva, definitivamente política porque busca un resultado concreto”, afirma César.
Y añade con justeza: “En nuestro país, la presente coyuntura electoral sitúa de nuevo a algunos grupos auto percibidos como alternativos ante un dilema crucial: deben decidir si participar o no en una confluencia de diversas fuerzas políticas para impedir la reelección del inmovilismo, la corrupción y la impunidad. Asumiendo la ética de los principios, hasta el momento mantienen un discurso de auto marginación del bloque opositor de mayor peso electoral, creyendo que con ese alejamiento reafirman la pureza de sus posiciones”.
Como en otras ocasiones, prosigue el destacado intelectual, “emerge en ellos esa actitud psicológica de propensión a la derrota, la cual no les importa sufrir porque con ella creen confirmar sus diferencias con los “impuros”, como dice Piccolo. Convencidos por la fe, apuestan a un futuro ineluctable que “les pertenece” y, por tanto, no les preocupa una derrota coyuntural ni las consecuencias de sus posiciones.
Nada más cierto. Es un círculo vicioso de una izquierda o centro izquierda atomizada, cada vez más lejana y aislada que se cuece en su propia salsa sin adquirir sabor alguno que no sea el de frustración y amargura por ir a ninguna parte en cada proceso electoral.
Esa izquierda ha ido de más a menos convirtiéndose en una retranca para el avance del proceso de cambio que ha debido transitar la sociedad dominicana hace muchos años.
Alianza País, con todo el respeto que merecen Guillermo Moreno y Fidelio Despradel, entre otros, al igual que Max Puig y la nueva estrella del firmamento político Minou Tavarez Mirabal, así como los compañeros de otros grupos, que no se quieren mezclar con los “partidos tradicionales del sistema”, deben reflexionar sobre sus posibilidades en la actual coyuntura electoral.
Deben decidir si prefieren que Dañino Medina y el PLD se mantengan en el poder, o por el contrario forman parte de un cambio en el que pueden jugar un papel transformador y revolucionario mediante un acuerdo amplio con el PRM, el PRSC, el Frente Amplio, Dominicanos por el Cambio y otras fuerzas también de izquierda o centro izquierda.
Concluyo citando nuevamente a don César Pérez: “Lo triste es que los alternativos, no tienen un programa ni una propuesta de sociedad sustancialmente diferente a la propuesta de los sectores opositores mayoritarios. Aun si lo tuvieran, la coyuntura actual obliga al compromiso o al acuerdo político, sino general, por lo menos parcial (presentación de candidaturas locales comunes) para crear colectivamente un nuevo escenario político”. (¿Se oye o no se oye?, ¿se entiende o no se entiende?)