El honorable presidente del Tribunal Constitucional de la República Dominicana (TC, en lo adelante), conforme se puede deducir de una reciente reproducción pública de sus palabras en por lo menos dos medios de difusión, aparentemente persiste -tan campante como el escocés aquel- en una extraña y contraproducente “línea” de trabajo de cara al país que adoptó desde el año 2013: la de involucrar al alto órgano que está bajo su rectoría en pleitos que son ajenos a su naturaleza, su carácter y sus fines.
(Que conste: el calificativo de honorable en el caso del doctor Milton Ray Guevara no es una concesión protocolar ni posee ocultas intenciones irónicas: todos o casi todos los dominicanos, compartamos o no sus ideas, reconocemos que él es un profesional de vasta formación, un funcionario de probada competencia que honra el servicio público y, además, una persona cuya honorabilidad no está en discusión).
Es lo que parece, insisto, porque a ello apuntan inevitablemente los sensacionalistas registros retóricos de una reseña que originalmente leí en el Listín Diario del 28 de los corrientes en los términos que siguen: "El presidente del Tribunal Constitucional, Milton Ray Guevara, denunció ayer que en el país se ha pretendido imponer “una especie de imperialismo cultural” para forzar a las Altas Cortes a que adopten decisiones contrarias a los valores y principios establecidos en la Constitución”.
(No, no me sumaré a quienes han lanzado la especie de que el doctor Ray Guevara se ha puesto a la zaga de la campaña mediática -de raíz y anatomía totalitarias- que intenta condicionar uno de los pocos derechos fundamentales que aún permanecen formalmente incólumes entre nosotros: el de la libre expresión y difusión del pensamiento… Y no me sumaré por dos motivos esenciales: primero, no creo que ello sea cierto, y segundo, sin importar las intenciones, darle pábulo a esa especulación sería contribuir al desgaire con la promoción de la autocensura, que es la peor de las derivaciones del chantaje comunicacional).
Naturalmente, las declaraciones en cuestión sí me han desconcertado, ante todo porque parecería que el doctor Ray Guevara -¡cáspita!- acabara de “descubrir” (justamente en la era de la “globalización” y la informática) la existencia de un “imperialismo”, y lo “denuncia” de manera vigorosa ¡precisamente usando los mismos giros verbales de los nuevos antimperialistas del patio (por pura casualidad antiguos trujillistas, comunistas autoritarios “pensionados” y miembros de la vieja caverna de la política nacional) que ahora militan en el ultranacionalismo y sirven de portaestandartes ideológicos de los grupos más conservadores de las iglesias cristianas dominicanas (católicos que “matizan” en las sombras las ideas “liberales” del papa Francisco y protestantes que desprecian abiertamente las prédicas de Lutero contra el totalitarismo)!
(La asunción del discurso ultranacionalista criollo -nada nuevo, nada original, todo conocido para el que tenga rudimentarios conocimientos de historia política dominicana y universal- quedó otra vez patente cuando el presidente del TC habló de “organizaciones de la sociedad civil e instituciones internacionales de gran presencia, estas últimas “supuestamente dedicadas a la promoción de los derechos humanos y el Estado de Derecho”, y cuando se refirió a que “los riesgos más graves a la independencia judicial no provienen necesariamente de los gobernantes ni de los sectores económicos conservadores" sino de "nuevos enemigos, que actúan de modo oculto y no abierto”).
La epifanía -claro es- no estaría nada mal si no fuera porque el doctor Ray Guevara -prudentemente- define el “imperialismo” que denuncia como puramente “cultural” (o sea, nada de político o económico-financiero) y, adicionalmente, porque la ha hecho pública casi un siglo después de que lo hiciera V. I. Lenin en un texto de economía elemental que ya nadie usa ni recuerda en razón de que tiene el fuerte y hoy apestoso tufo del “marxismo” tipo soviético… Bueno -diría un resignado ante tanta gente que en nuestro país de repente ha sido “iluminada” por semejante “revelación”-, algo es algo: pasar de “proimperialistas” culturales o políticos -USA, Francia, URSS o China, en la época de la Guerra Fría- a defensores verbales de la “soberanía nacional”, es un avance digno de elogiar.
Desde luego, lo más difícil de entender no es esa “anunciación” del doctor Ray Guevara (total, los nunca bien alabados patriotas del FNP, después de más de dos décadas de alianza con el PLD, acaban de “descubrir” -acaso por obra y gracia de los desaires de la gente más cercana al presidente Danilo Medina, y no del Señor- que el gobierno estafa a los dominicanos con los precios de los combustibles y la energía eléctrica, y muchísima gente le celebra el “hallazgo”)), sino lo otro: su afirmación de que el referido “imperialismo cultural” está forzando “a las Altas Cortes” (no únicamente al TC) para “que adopten decisiones contrarias a los valores y principios establecidos en la Constitución”.
Tal y como se sugiere precedentemente, los “argumentos” más puntuales del presidente del TC al respecto están igualmente recogidos en la noticia precitada: "desde la instauración de las Altas Cortes, un sector minoritario de la clase política, algunas organizaciones de la sociedad civil e instituciones internacionales de gran presencia, estas últimas “supuestamente dedicadas a la promoción de los derechos humanos y el Estado de Derecho”, no han cesado de atacar ferozmente a las cabezas del Poder Jurisdiccional, integrado por el Tribunal Superior Electoral (TSE), la Suprema Corte de Justicia (SCJ) y el Tribunal Constitucional".
(Como las declaraciones que se han transcrito desde el principio hasta el fin lucieron increíbles para el suscrito, y pensando en que probablemente debía haber mucho de “interpretación” periodística en esos párrafos -las comillas son válidas porque habitualmente se trata de tergiversaciones hijas de la torpeza de ciertos redactores-, éste acudió a la página web de Tribunal Constitucional para tratar de validar las especies difundidas, y para mayor pasmo suyo no sólo confirmó que eso fue lo que dijo el doctor Ray Guevara: inclusive comprobó que lo hizo en su “Discurso de rendición de cuentas de 2015”… Es decir: no se trató de palabras improvisadas).
O sea: el respetable maestro y reputado profesional del Derecho ya no se limita -como debería ser lo lógico y natural- a defender al supremo órgano de control constitucional del país, que está bajo su diestra y eficiente conducción: ahora también asume la defensa de la Suprema Corte de Justicia (SCJ) y el Tribunal Superior Electoral (TSE), con lo cual -haya sido o no su intención- le tiende una mano amiga a dos entidades jurisdiccionales que han estado en los últimos tiempos bajo el fuego cruzado de denuncias políticas, cuestionamientos ciudadanos e investigaciones generales de conducta… “¡Cosas veredes, Sancho amigo!”, diría el inmortal personaje de Cervantes: el contralor defendiendo a quienes debe controlar.
La conjetura aquí es inevitable, aunque pudiese estar mal fundada: que el doctor Ray Guevara abogue a favor del TC -como ya se expresó- podría asimilarse como regular (siempre, obviamente, que no incursione en debates que lo obliguen a prejuzgar sobre temas eventualmente litigiosos), pero que lo haga con la SCJ y el TSE no tiene mucho sentido a menos que se trate de una decisión de carácter político, sobre todo porque -como ya se dijo- mientras las dos primeras altas cortes han sido cuestionadas por gran parte de la sociedad dominicana (en ciertos casos con múltiples imputaciones públicas), el TC hasta el momento ha sido mayoritariamente aplaudido, y la única discrepancia importante y sostenida que se ha levantado contra su accionar ha sido la relativa a la sentencia 168-13… En otras palabras: eso es “cogerse” para sí gratuitamente un pleito ajeno.
(Lo concerniente a las críticas que se hicieron a la sentencia 599-15, que declaró “la inconstitucionalidad de la Ley núm. 550-14 -que instituye el nuevo Código Penal en la República Dominicana-", es harina de otro costal: tiene absoluta razón el doctor Ray Guevara cuando mostró públicamente su inconformidad ante los pronunciamientos apresurados, prejuiciados y erráticos hechos por algunas entidades y personalidades -lo que, por otra parte, hizo ver como “gallos locos” a estos últimos-, aunque hay que agregar un pero: eso ocurre en este país todos los días y con casi todos los temas, pues hay gente que opina de todo sin saber de nada, y ya él debería estar acostumbrado a ello, y más como juez que sólo debe “hablar” por sentencia).
Por otra parte -y hay que decirlo, porque es la simple verdad-, es una pena, una verdadera pena que ya el doctor Ray Guevara, a diferencia de lo que ocurría hace varios lustros (no se puede olvidar que fue un cercano colaborador del doctor Peña Gómez y durante varios años ejerció la principal función directiva de una de las ONGs de mayor resonancia en el país, la Fundación Institucionalidad y Justicia), ya no crea en las “organizaciones de la sociedad civil” ni en “instituciones internacionales de gran presencia”, y que considere a estas últimas (¡asombrosamente repitiendo expresiones muy usadas en su momento por las dictaduras militares latinoamericanas y los regímenes totalitarios de Europa del este!) como “supuestamente dedicadas a la promoción de los derechos humanos y el Estado de Derecho” .
(Es de suponer que el doctor Ray Guevara, con esas difusas expresiones de cuestionamiento, se está refiriendo a la CIDH, HRW, Amnistía Internacional y el Centro Kennedy, entre otros, y si es así sólo procede recordarle un par de cosas que al parecer se le han olvidado: algunas de esas “instituciones internacionales de gran presencia… supuestamente dedicadas a la promoción de los derechos humanos y el Estado de Derecho” en su momento fueron de gran ayuda para el PRD de Bosch y Peña Gómez -partido en el cual él militó hasta el momento en que fue designado presidente del TC- en la política de “llevar a Balaguer a respetar su propia legalidad” o de denuncia de violación en el país de los derechos humanos en los famosos “doce años”… Y por cierto: defendían entonces las mismas ideas, tenían el mismo lenguaje y hacían las mismas denuncias… Ellas no han cambiado. Los que han mudado de casaca son algunos de sus críticos).
El autor de estas líneas se declara, pues, una vez más abatido por la perplejidad y la decepción, y no sólo porque el doctor Ray Guevara -en reiteración de una actitud no propia de la majestad de su investidura- continúa incursionando en debates distanciados del quehacer del TC, sino también porque insiste en darle un carácter abrumadoramente conservador y antihistórico a su gestión como máximo incumbente de esa institución… Su nuevo “antimperialismo” (tuerto, manco y oloroso a autoridad terrenal “seca” como el todos los ultranacionalistas) deviene prueba inequívoca de esa deplorable persistencia.
Y que conste nuevamente: en estas glosas no hay nada personal contra el doctor Ray Guevara (este machacador de palabras sigue considerando que fue la mejor selección que se pudo hacer para presidir el TC) ni contra la institución que dirige (laboriosa y responsable en sus funciones, aparte de que es la única de las altas cortes cuyas actuaciones han resultado elogiadas casi a unanimidad por la sociedad dominicana)… Los puntos de vista emitidos aquí se refieren a asuntos de ideas y actitudes institucionales (no de otra cosa), y estas tienen que ver -muy específicamente- con su postura frente al poder coyuntural (no confundir con el Estado y sus articulaciones) y ante la eterna tensión entre el ejercicio de éste y las irrenunciables demandas de derechos y libertades en una sociedad auténticamente democrática.
(*) El autor es abogado y profesor universitario
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