Por Rafael Arzuaga Junco
Santo Domingo, 5 feb (PL) Los días de la Serie del Caribe-2016 han sido muy largos para los Leones del Escogido del director Luis Rojas, pero los parciales de los escarlatas parecen no advertirlo, absortos como están en una dinámica que se resiste a las decepciones.
Es tarde ya en la última jornada preliminar de la Serie del Caribe-2016, en la cual el equipo anfitrión, señalado como aspirante de fuerza al título, ha perdido en sus tres presentaciones y a punto está de quedar eliminado.
Sin embargo, los aficionados la viven sin dramas, sin pesares, sin tensiones, que al parecer se quedan siempre entre las paredes del "play", como llaman a los estadios aquí, a la espera de que las gradas se vuelvan a llenar en el próximo partido.
¿Qué se la va hacer? La pelota no está para ellos, mira como perdieron ahora, a un strike del último out, dice el comerciante Julio Montilla, "fan" del Escogido, resignado quizás, si bien tiene una sonrisa del tamaño de una pelota.
Así, resume un partido que los anfitriones tuvieron la noche del jueves al alcance de un strike, que pudieron ganar más de una vez y terminaron por perderlo de la peor manera posible: por un jonrón, para quedar tendidos en su campo al cabo de 14 entradas, ante el acérrimo e histórico rival Puerto Rico.
Ellos son así, los escogidistas. No sienten. Ni saben cómo llegaron a la Serie. Ese que perdió ahí no es Dominicana, pero bueno, ahí los ve celebrando no sé qué…, con el papelón que hacen…, dice Jorge Valdez, trabajador del hotel Aladino, ubicado cerca de un kilómetro de la sede del clásico caribeño.
Simple, en eso (jugar pelota) no les va la vida, ni representan nada, como ustedes los cubanos, por ejemplo, que juegan con mucha pasión y se entregan al equipo, agrega uno de los muchos furibundos incondicionales de los Tigres de Licey que hay en esta ciudad.
Los pocos dominicanos que siguen a los escarlatas en la Serie no han perdido la compostura en ninguna de las derrotas. Gritaron, discutieron, lamentaron o blasfemaron, pero nunca cargaron consigo los dramas que emanan de las situaciones de los partidos.
Y como además de merengue, ese torrente "embolerado" casi genético y la pasión por el béisbol, por las venas de los dominicanos corren litros de "Presidente" (cerveza nacional), siempre, con la versión negra o light en la mano, se mostraron contentos, indiferentes ante las derrotas lo menos.
El béisbol y la cerveza, omnipresentes en sus vidas, llegan con ellos al Estadio Quisqueya -así a secas, aunque saben que ahora también se nombra Juan Marichal- y con ellos se van en buses, autos y motocicletas a instalarse en los "colmados" (pequeños y medianos comercios), donde no se agotan ni uno, ni la otra, donde el tiempo se detiene.
Después del beisbol, la derrota y la cerveza…, cerveza y beisbol (sin tilde sí, porque para ellos la palabra es aguda). Así, cada tarde, cada noche de este torneo a punto de terminar. Un proceder paradójico, porque quizás no viven en la pobreza más absoluta, pero tampoco pueden sacar la cabeza muchos centímetros por encima de los niveles medios.
Las cervezas no son caras. Además, Âíqué celebren! ¿Por qué van llorar? Eso es cosa de los "aguiluchos" (parciales de las Águilas del Cibao), ellos sí lloran ganen o pierdan. A los "escogidistas" (simpatizantes del Escogido) no los quiere nadie y parece que se defienden celebrando, opina Moisés García, otro "liceísta".
Habrá otras explicaciones, que las hay, pero cuando se pregunta en esta ciudad por qué no se llena el estadio ni cuando juega República Dominicana, todas las respuestas redundan en una idea: no está el Licey, está el Escogido.
Sin embargo, cuesta creer que sean solo del Escogido quienes beben y hablan de béisbol sí o sí, a cada segundo, estén ganando o perdiendo los dominicanos.
Mejor pensar que tal vez la mezcla bolero + merengue + cerveza + béisbol -una especie de regalo genético, digamos- provoca una pasión desenfadada, desprovista de fanatismos, resistente al fracaso que incluso al borde del abismo, como ahora, cuando enfrentan a Cuba en un desafío de vida o muerte, no les borra la sonrisa, no les mata la alegría.
ro/raj
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