El acto de “proclamación” de Danilo Medina como candidato presidencial del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) en el Palacio de los Deportes era una pantomima donde, como en toda obra de su género, las palabras sobran porque las miradas, los abrazos, los gestos hablan por sí mismos.
La pantomima es un subgénero del arte dramático cultivado desde los tiempos del imperio Griego y el Romano adquiriendo notoriedad gracias al talento de Lauis Raufle, Charles Deburau y Marcel Marceau, éste último considerado el mejor del siglo pasado, que murió en el 2007. Actuó en el Teatro Nacional, muy admirado y querido por el profesor Juan Bosch.
Como en una película del increíblemente genial Charles Chaplin, Danilo y Leonel, sentados uno al lado del otro, se comunicaban sin palabras. Los rostros de ambos eran un poema de perturbación, en un caso, de cinismo y burla en el otro.
El sainete del PLD sirvió para mostrar la capacidad histriónica de sus protagonistas aunque no logren ser nominados para un Oscar de la academia de Hollywood, ni para un Globo de Oro, sobre todo los que sobreactuaron para llamar la atención del director de cámaras.
Las cantinfladas de Danilo se quedaron en las palmas de los empleados públicos trasladados desde todos los puntos del país, mientras que el silencio de Leonel habló sin mentiras por los cuatro puntos cardinales del país.
La farsa quedó al desnudo cuando el inefable Felucho Jiménez le gritaba a Leonel: “¡Súbele la mano!” “¡Súbele la mano!” hasta que finalmente, por una cuestión de educación, para no lucir grosero, a regañadientes, para no deslucir aún más la “proclama”, como si se tratara de un purgante, le subió la mano a Danilo.
“Uno no siempre hace lo que quiere”, dice el poeta Mario Benedetti, “pero tiene el derecho de no hacer lo que no quiere”, agrega. Leonel no quería ir al acto, es obvio, pero estaba obligado por su condición de presidente del PLD. Pudo no haber ido atendiendo al derecho de “no hacer lo que no quiere”, pero el precio político habría sido muy alto. Y no estaba dispuesto a pagarlo.
Ahora bien, hay que tener una autoestima muy baja o respetarse muy poco para montarse en la patana de la reelección después de todo el daño que Danilo le hizo a Leonel, involucrándolo con el narcotráfico y trayendo al país a Quirino para que le cobrara una supuesta deuda de 200 millones de pesos.
Posteriormente Le montó una costosa y poderosa campaña en los medios de comunicación para matarlo moralmente descalificándolo para que los “vientos no soplaran” a su favor en la lucha por la nominación presidencial.
Siguiendo con el plan, Danilo obtuvo una mayoría mecánica en el Comité Político y el Comité Central para quitarle el liderazgo y el control del partido para luego ir al Congreso con el maletín lleno de dinero del Estado para comprar la reelección presidencial modificando la Constitución.
Después de esos atropellos y abusos al “compañero Leonel, Danilo pretende que lo respalde, que le suba la mano en señal de unidad y de triunfo para luego subirlo esposado y embozado en la patana reeleccionista. Pero ni masoquista que fuera. ¿O si lo es?