La tecnología electoral se expresa por medio de mediciones matemáticas denominadas encuestas, las cuales constituyen el insumo base de toda campaña electoral moderna, pues la politología es números. Añádase a las mismas dinero y tendremos de inmediato el cuadro estadístico de las probabilidades electorales que determinan la intención del voto de los votantes light, claro, en Guatemala, Brasil, Argentina y Venezuela, esta forma de hacer proselitismo ha presentado fallas respecto a su contraste con las encuestas reales que han hecho por sí mismos los electores de esos países. De donde resulta interesante preguntarse ¿si es conveniente para democracias en desarrollo como son las de los países mencionados, entre otros, y el nuestro, la existencia de campañas electorales sin propuestas pero con encuestas?
Entendemos que, a todas luces, mientras sean lecturas de momento que sean empleadas para descubrir tendencias, determinar comportamientos y saber posicionamientos, nada de malo tienen pero cuando se las usa como campaña en sí, es decir como si fuesen propuestas políticas por sí mismas, entendemos que se hace un flaco servicio al sistema que se dice sostienen los partidos políticos. Las encuestas son herramientas que buscan facilitar las propuestas de los candidatos a los fines de orientar al ciudadano votante sobre el por qué ha de votar por una determinada propuesta, pero cuando son empleadas para evadir presentar un programa, hacer propuestas, señalar deficiencias sistémicas, etc., las mismas pasan a ser un instrumento de dominación que junto al dinero, menoscaban las sociedades democráticas, conduciéndolas a crisis de legitimidad que dificultan su gobernabilidad. Pues luego una camarilla inter partidaria se alza con el poder.
Dicho con palabras diferentes, a la ausencia de legitimidad que sufren los partidos políticos, se une ahora la acción de grupos internos y externos que pasan a ser los verdaderos soberanos, si en verdad la soberanía dejó de existir para el Estado Nación como para la Nación Estado, entonces el tecno poder es el soberano. Es obvio que tampoco existe para los grupos tradicionales, pues los tecnócratas del poder, con encuestas a cuestas, son capaces de crear tendencias manejando datos desde un ordenador portátil, sin necesidad de hacer propuestas reales.
Quizás esta situación sea la que explique los resultados adversos a la planificación de las camarillas en las naciones indicadas. Aunque existen los que alegan que la responsabilidad es de la brecha digital, es decir, las redes sociales constituyen espacios democráticos de ejercicio proselitista que no pueden controlar las camarillas. Dicho con otras palabras, ante la ausencia de propuestas reales, los pueblos, por intermedio de las redes sociales, como por el denominado boca a boca, están demostrando ser capaces de evadir el cerco mediático de las camarillas en el poder.
Esto es indicativo de que no es verdad que las encuestas sean capaces de manipular la intención de voto de los votantes, por tanto, el rol ciudadano en el ejercicio del voto antes que debilitarse con el bombardeo mediático de las encuestas, termina fortalecido, pues las redes sociales permiten desarrollar propuestas ciudadanas allí donde el partidismo plantea manipulación. La lectura resulta entonces clara: no es posible sustituir las propuestas por las encuestas, cada candidato debe presentar al votante una oferta electoral válida sin importar lo inverosímil que esta pueda ser. Al menos así lo prueba el éxito relativo de Donald Trump y del señor Sanders en Estados Unidos. Se mantienen en el frente de la batalla electoral porque tienen propuestas concretas sobre asuntos concretos. No importa cuán controversiales sean.
Pero no solo en Estados Unidos, en España, Podemos y Poder Ciudadano, han sido capaces de poner en jaque el bipartidismo hegemónico. La suma de sus votos es ya una mayoría indiscutible. El caso de Chávez, en Venezuela, lo probó, como de Correa en Ecuador, Evo en Bolivia, etc.
Por tanto, los partidos políticos dominicanos que limitan su accionar proselitista a presentar encuestas sin hacer ofertas programáticas concretas, posiblemente estén cometiendo un gran error. Pues el electorado desea saber algo más sobre cómo será conducida la nación. Es más, nos atrevemos a afirmar que la ausencia de propuestas programáticas concretas beneficia al partido en el poder pues este mantiene una campaña basada en realizaciones y confianza, lo cual es lógico. Lo que no tiene explicación es la debilidad de la oposición al momento de plantear propuestas: se limita a hacerle el juego al gobierno, lo cual, a nuestro juicio, daña el sistema democrático, pues podría conducir a los ciudadanos a entender que los políticos no tienen nada que ofertar porque el sistema democrático es vacío y lleno de corruptos que pretenden asirse al poder para repetir los males que critican a sus adversarios. Esto es: más que propuestas, el proselitismo imperante lo que oferta es una guerra mediática de encuestas.
Esto parecería un problema de los políticos pero no lo es, la clase pensante, como los dueños del sistema y el pueblo mismo merecen mejores productos electorales que los que actualmente está ofertando la oposición. El espectáculo del transfuguismo no es solo producto de la ausencia de una ley sobre partidos políticos, tienen que ver con carencias de propuestas y con el miedo a quedarse fuera del presupuesto nacional. No olvidemos que los partidos son el sostén del sistema y que operan con dinero público, por tanto, su tema es un asunto de todos y de todas. O, ¿Deberemos volver a leer la teoría de Juan Bosch sobre la inconsistencia de la clase media, del pequeñoburgués, del oligarca, etc.? DLH-15-2-2015,