Ningún encuentro de la gira apostólica que el papa Francisco acaba de realizar a México ha sido más trascendente, que el de su escala en el aeropuerto de La Habana, para una reunión de dos horas con Kirill, patriarca de Moscú y de toda Rusia de la Iglesia Ortodoxa, en la que fungió de anfitrión un presidente ateo: Raúl Castro.
Llama la atención que hayan pasado mil años sin que se produjera un acontecimiento como ese, aun habiendo contado la iglesia católica entre sus papas con una figura tan ecuménica como Juan Pablo II, alguna traba había para que las hermanas se reencontraran y se propusieran una relación armoniosa como las que llevan con iglesias entre las que hay mayores diferencias.
Todo parece indicar que el hielo lo rompió el cardenal Bergolio, dos años atrás cuando se reunió con el patriarca ortodoxo de Estambul, que si bien es el primero entre los iguales entre todos los patriarcas ortodoxo, maneja apenas una feligresía de diez mil personas, mientras que bajo el ruso, hay 120 millones, y reunirse con uno y no con el otro era evidenciar, que las diferencias no eran con la Iglesia Ortodoxa sino con Rusia, por lo que el papa se cubrió en falta de inmediato llamando a Kirill, para decirle que acudiría a un encuentro con él en el lugar y en la ocasión que lo dispusiese.
Pero pasaron dos años y ningún interés ha influido más en la necesidad de operar en conjunto que la amenaza que representa para los cristianos el grupo fundamentalista radical denominado Estado Islámico, con amplia base de operación en Siria e Irak, al que Estados Unidos y otras potencias les han declarado la guerra, pero el conflicto se ha mantenido empantanado por más de cuatro años debido a las diferencias estratégicas con Rusia, que quiere acabar con el califato islámico, no con el gobierno que encabeza Bashar al Asad, cuya cabeza es una de los objetivos de Estados Unidos.
La Iglesia Ortodoxa Rusa, está adherida a la política exterior de Vladimir Putin, como la mayor tiempo de toda su historia lo ha estado al servicio de quienes representen el poder de turno, sin hacer distinción de que sea un emperador, un zar, un dictador comunista, el secretario general del partido o, un presidente electo, y el papa Francisco, ha sido un colaborador entusiasta de los objetivos de política exterior de Barack Obama, clave por ejemplo en el restablecimiento de las relaciones con Cuba.
Más preciso que el papa Francisco en sus declaraciones, el patriarca Kirill dejó claro que en el encuentro no se habló solo de iglesias “Fue una conversación con mucho contenido que nos dio la oportunidad de entender y sentir las posiciones de uno y del otro. Y los resultados de la conversación me permiten asegurar que las dos iglesias pueden operar conjuntamente defendiendo a los cristianos en todo el mundo, y con plena responsabilidad trabajar conjuntamente que no sea la guerra, para que la vida humana se respete en todo el mundo”.
El terreno escogido para la cumbre Francisco-Kirill, el del país que ha devenido en el mejor amigo de las dos superpotencias que son Rusia y Estados Unidos, Cuba. Obama se va pronto y debe llevarse una salida, y esos diplomáticos cuyas feligresías es objetivo de guerra, tienen razones de sobra para acelerar una solución, ese fue el eje del encuentro.