El pasado domingo 21 de febrero, el PRD y el PLD sellaron en un acto público su alianza electoral, la misma constituye quizás el evento a resaltar en el actual proceso electoral con miras a las elecciones de mayo 15, sin embargo, la prensa y los mentideros políticos han dejado pasar dicho evento desapercibido, lo cual muestra limitaciones de parte de los analistas políticos, puesto que como mínimo, se han limitado a narrar el supuesto poco impacto que dicha alianza ha generado sin reparar en la circunstancia de que se trata de un acontecimiento político trascendente. Incluso, puede compararse con la alianza que el horacismo logró en 1927, con miras a establecer que la Constitución vigente no era la de 1924 sino la de 1908, entonces moyistas y alfonsequistas cerraron filas con el reelecionismo de Vásquez al concluir en que ninguno tenía la posibilidad de asirse solo con el poder y Horacio Vásquez les garantizaba puestos en la vaca del Estado. La historia se repite en la actualidad casi por idénticos motivos. Es como si no hubiésemos avanzado un bledo en cien años.
Sin embargo, la situación es diferente, el horacismo atravesaba por una etapa del desarrollo nacional en el cual una endeble burguesía requería de una acumulación originaria que le diera estabilidad económica y poder político, para consolidarse como clase dominante y dejar atrás el colonialismo imperante, al no tener capacidad para desarrollar una industria fuerte, el Estado era su medio de enriquecimiento. El poder real lo detentaban los grupos con abolengo en todo el espectro social. La impronta de Trujillo echaría por tierra esos planes y el dictador pasaría a ocupar el espacio de la insipiente burguesía durante los próximos treinta y un años. Ahora en 2016, de lo que se trata es de probar que ya la burguesía está sólida, que ya hizo acumulación originaria y que es capaz de verse como clase y actuar conforme a un interés común, pero que no obstante, sigue requiriendo de los beneficios que en este tipo de sociedades suministra el Estado asistencialista. Lo cual le permite además, tener a rayas a ciertos competidores indeseables en las disputas inter burguesas.
Por tanto, estamos ante la consolidación de la burguesía como clase hegemónica, al grado de que arrastra a su proyecto de nación, a la oligarquía como a la pequeña burguesía y a la clase obrera. Pues la oligarquía sabe que debe compartir poder no solo con el capital internacional sino con el capital criollo y la pequeña burguesía, vacilante como siempre, no sabe crear una representación política que la convierta en sujeto político para sí misma. La clase obrera se encuentra dispersa y sin representación política. A futuro, puede proyectarse, que el partido que pondrá en jaque los intereses de la burguesía será el que integren los neo dominicanos, pero todavía ese momento no ha llegado, ni tiene esa gente representación política propia. El momento exige pues actuar con madurez política y los partidos PRD y PLD lo han entendido bien.
La poca difusión de la alianza ha sido una bendición para ambas fuerzas, pues no nos cabe ninguna duda de que el PRD es una fuerza política arraigada en las masas urbanas y rurales que en pasado resistió la salida de Bosch, la de Peña Gómez, Majluta, Hatuey, etc., y ahora probará que la salida de Hipólito tampoco hará mella en su base de sustentación social, pues amarrando arriba, se arrastrará a los de abajo al proyecto burgués. La gobernabilidad queda pues garantizada de ese modo y dicha clase podrá continuar acumulando riqueza y poder. Pues el PLD constituye el otro brazo político de la clase dominante, este último, más sólido que el primero, con mayor prestigio y con una capacidad modernizadora moderada se ajusta a sus propósitos, además de que detenta el poder en todos los estamentos del Estado. De ahí que quienes callan hoy no tendrán nada que decir mañana pues entrarán a la historia por la misma puerta que llevó a Víctor M. Medina Benet a escribir el libro: “Los Responsables del fracaso de la 3ra República”, al analizar cómo se introdujo Trujillo en la política ante la mirada inocente de no pocos irresponsables.
Así las cosas, es poco lo que puede hacer una oposición dispersa pero que persigue los mismos fines, pues también allí anida el sentir burgués. Porque como ya expresáramos antes, actualmente ni la pequeña burguesía ni la clase obrera tienen representación política partidaria. Por tanto, la burguesía es la fuerza hegemónica, dominante y en busca de ampliar su dominio, pues más adelante, es muy posible que tenga más de un partido que por sí solo pueda dirigir su futuro desde el Estado.
El hecho de que la Fundación Global haya presentado recientemente en un hotel de la capital su proyecto de nación hacia las próximas décadas, el que Danilo Medina, presente un programa electoral dirigido a modernizar el país desde la perspectiva social, y que Miguel Vargas afirme que es una alianza programática la que ha hecho con el PLD, nos dice que estamos en los albores de poseer, por vez primera, una sociedad burguesa adecuada a los tiempos. Y que quizás ya no haya espacio para que otro aventurero como Trujillo les dispute su espacio político, económico y social.
El silencio que las fuerzas progresistas mantienen sobre ese acontecer, dice claramente, que aunque no lo afirmen en público, en privado están de acuerdo con dicha alianza. Cuando las urnas hablen en mayo, se tendrá certeza sobre lo que decimos. DLH-28-2-2016