Creo que nunca había escrito de Andrés L. Mateo (y, si no, de todos modos vale). Andrés L. Mateo (la “L” es un misterio que sólo Miguel Espaillat devela), como yo, jugó en el viejo play de Don Bosco y quizás fue testigo de cuando el joven Manuel Mota la sacó por encima de la iglesia donde bautizaron a Andrés (y en cuyo colegio talvez aprendió las primeras de los millones de palabras que se sabe)…Bueno, lo que quiero decir es que siento orgullo de que este auténtico intelectual dominicano, integro y apasionado solidario de mis sueños e iras, sea miembro de mi generación. Sólo eso digo. (Después escribiré de él).