Creo que nunca había escrito de Andrés L. Mateo (y, si no, de todos modos vale). Andrés L. Mateo (la “L” es un misterio que sólo Miguel Espaillat devela), como yo, jugó en el viejo play de Don Bosco y quizás fue testigo de cuando el joven Manuel Mota la sacó por encima de la iglesia donde bautizaron a Andrés (y en cuyo colegio talvez aprendió las primeras de los millones de palabras que se sabe)…Bueno, lo que quiero decir es que siento orgullo de que este auténtico intelectual dominicano, integro y apasionado solidario de mis sueños e iras, sea miembro de mi generación. Sólo eso digo. (Después escribiré de él).
Ramón ColomboSoy periodista con licenciatura, maestría y doctorado en unos 17 periódicos de México y Santo Domingo, buen sonero e hijo adoptivo de Toña la Negra. He sido delivery de panadería y farmacia, panadero, vendedor de friquitaquis en el Quisqueya, peón de Obras Públicas, torturador especializado en recitar a Buesa, fabricante clandestino de crema envejeciente y vendedor de libros que nadie compró. Amo a las mujeres de Goya y Cezanne. Cuento granitos de arena sin acelerarme con los espejismos y guardo las vías de un ferrocarril imaginario que siempre está por partir. Soy un soñador incurable.