Un multimillonario excéntrico, exhibicionista y desparpajado era de los primeros en salir cuando cada cuatro años se daba el banderazo de arrancada en esa ópera bufa que se convierte el inicio de la carrera presidencial en los Estados Unidos.
Donald Trump, como la mayoría de los "adelantados primaristas" del Partido Republicano–también sucede en el Demócrata–repitió en 2015 su ritual de inscribirse, empezar a recaudar y avanzar, y como siempre los medios comenzaron a burlarse de él, pues anteriormente no pasaba de ser un hazmerreir y materia para los comediantes.
Sin embargo, una de esas volteretas que suelen suceder en política, potenció a Trump fuera de las comedias, y de su acostumbrado papel de bufón saltó a ser una "amenaza real", en primer lugar para los republicanos que ya no tienen forma "políticamente correcta" de frenar al magnate inmobiliario.
Y fuera del Partido Republicano se constituye en una amenaza para el sistema y para la seriedad con que deben afrontarse las cuestiones del Estado y sus instituciones, sobre todo las de una potencia como los Estados Unidos, cuyas políticas impactan de manera directa en todo el mundo, sea para bien o de forma negativa.
Es decir, que la situación a la que Trump ha llevado a los republicanos es tal que solo tienden a perder.
Por un lado, si resulta candidato, como todo indica al día de hoy, el establecimiento se alineará mayoritariamente con Hillary Clinton en noviembre, dejando a los republicanos otros cuatro años fuera de la Casa Blanca.
Y si le cierran el paso, como han propuesto abiertamente los ex candidatos Mitt Romney, John McCain junto a otros prominentes líderes, Trump se tiraría como independiente, haciéndole un agujero negro al partido del elefante.
El problema es a quién poner, cuando los demás en la contienda interna no han conseguido el empuje suficiente frente a Trump, ya que además, quien ha ganado más terreno contra el magnate es el senador tejano Ted Cruz, un radical de derecha que, de hecho, pudiera ser peor que aquel, lo cual es demasiado.
Vistas las cosas, el avance de Trump deja la experiencia de que por muy payaso que parezca un aspirante, siempre hay que tomársele en cuenta, pues las masas son permeables, sobre todo por los sembradores de sueños.