En dos meses la República Dominicana celebrará sus elecciones y aún queda tiempo para debatir.
Por Geovanny Vicente
Washington, D.C. En estos días en que muchas organizaciones de la sociedad civil y los organismos internacionales dedican tiempo a hablar de la teoría del gobierno abierto, siendo algunos de sus estipulados los elementos de la transparencia y la participación ciudadana, es necesario que no solo la gestión pública sea abierta, también el ejercicio de las campañas políticas, porque el buen desempeño de lo primero depende de lo segundo.
En dos meses la República Dominicana celebrará sus elecciones y aún queda tiempo para debatir. Las encuestas, mítines, caravanas y manifestaciones influyen en la percepción de realidad y se traduce en votantes que sufragan con el corazón. Sin embargo, los debates de propuestas permiten a los ciudadanos sentarse en familia frente al televisor mientras analizan los pros y contras de determinado plan de gobierno, generándose el uso de la cabeza y no del corazón a la hora de votar y surge un voto consciente. Este es el llamado voto consciente, cuando conoces los proyectos de tu candidato. Este es el beneficio que la política superficial de la guerra de encuestas no brinda a ciencia cierta.
La honestidad de un candidato se conoce en dos etapas de la carrera, durante la campaña y luego de que pasa la luna de miel del gobierno. Si el pueblo aprende a conocer sus candidatos en campaña, se te evitan la decepción post-elección. Por esta razón, cuando vi la campaña que realiza la Asociación Nacional de Jóvenes Empresarios (ANJE), llamada #RDQuiereDebates, de inmediato quise sumarme para que aprobemos la siguiente asignatura en nuestro desarrollo político como país.
¿Qué significan los debates para la democracia y por qué crean tanto pánico a los candidatos?
Un debate puede catapultar o sepultar una campaña, puede ser decisivo en los países con tradición de análisis y debate. Tenemos el ejemplo del debate del año 1960 entre John Kennedy y Richard Nixon, cuando este último con una experiencia de 8 años como vicepresidente lució nervioso y difuso frente las cámaras, llegando a sudar ante el joven senador de Massachusetts que se había preparado para el encuentro, el resultado: el vicepresidente no sería presidente de los Estados Unidos hasta 1969.
Considerando que la derrota de Nixon en el 1960 se desprende de los resultados más cerrados (49.72% vs. 49.55%) en Estados Unidos desde el 1916, hay analistas políticos que piensan que este debate pudo ser un factor determinante para que el pueblo americano se inclinara ligeramente hacia Kennedy. Estas elecciones siguen siendo motivo de controversia entre algunos historiadores. Con ese margen tan estrecho, si Nixon hubiera descansado las horas previas al debate como Kennedy hizo y se hubiera preparado como su adversario también hizo, tal vez la historia fuera otra, Nixon hubiera ganado en el 1960, Kennedy seguiría en el Senado hasta el 1969 cuando se convertiría en presidente, el caso Watergate no hubiera ocurrido y el asesinato de Kennedy del 1963 no hubiera pasado, hubiera muerto de vejez en la década del 90. Esto solo es un poco de imaginación considerando el carácter caprichoso de la historia, un debate tiene el poder de cambiar el rumbo de la historia.
En la misma época, República Dominicana había tenido un ensayo de debate televisivo entre el profesor Juan Bosch y el padre Láutico García, en la campana electoral de 1962. Es decir; que Juan Bosch no solo dejó la constitución más progresista como legado, sino que después de 50 años y muerto, sigue siendo progresista aún frente a la actual generación de políticos.
Los debates fortalecen la democracia y promueven el involucramiento ciudadano de manera pasiva a través de la televisión o la radio, pero de forma activa y decisiva en las elecciones. Claro, siempre y cuando el ciudadano se despoje de la pasión partidaria y vote por la mejor opción para el país o por la menos mala, como dicen algunos ya que el voto es secreto. Un debate es la oportunidad perfecta para que un buen orador pueda brillar, pero si no tiene propuestas concretas y definidas, el candidato de menos facilidad oratoria no debería entrar en pánico siempre que conozca su programa de gobierno a profundidad.
El pánico generado por los debates puede deberse al modelo de campaña que algunos países latinoamericanos han venido implementando por más de medio siglo, contratan un equipo de asesores, preparan actividades multitudinarias, dan discursos preparados y crean campañas publicitarias con spots grabados luego de 20 intentos. En cambio, en un debate las preguntas y respuestas se brindan en vivo y nada se edita.
Los debates de Estados Unidos como caso de éxito:
Caso interesante, los debates televisivos estadounidenses primero se producen entre compañeros de partido y luego entre partidos. Desde el año pasado a la fecha, entre el Partido Demócrata y el Republicano, juntos han realizado más de 20 debates, solo el Partido Republicano totaliza 12 debates. Esto son solo los debates de las primarias, aún falta por ver que Donald Trump y Hillary Clinton se vean cara a cara en caso de ser los candidatos.
Generalmente eligen como escenario un Estado estratégico diferente para cada debate, seleccionan la planta de una cadena televisiva de alcance nacional que patrocina el evento, o un auditorio muy simbólico para el electorado de ese Estado. Los moderadores son figuras conocidas del mundo periodístico y la televisión. Algunas de las preguntas provienen de personas del público que asiste. Esta cadena de televisión va de manera simultánea presentando los tweets de personas que desde su casa están participando y dando seguimiento al evento y algunos de estos tweets son seleccionados como preguntas de los televidentes. ¡Es todo un espectáculo de democracia!
Los debates no son para retar a nadie, tampoco para rehusar a ellos porque se entienda que una buena gestión habla más que un debate, simplemente en países desarrollados como Estados Unidos, la tradición los ha hecho obligatorios, ya que es la oportunidad para que el pueblo vea sus líderes bajo presión y de manera frontal, es decir, naturales.
Cuando el pueblo dominicano empiece a disfrutar de estos debates, veremos cómo se rompen records de audiencia, pues esa noche los debates tendrán más rating que las telenovelas. En la nación norteamericana, se vuelve tendencia en las redes sociales cada detalle que un candidato dice durante el debate. Sabemos que un comentario erróneo o acertado puede influir en las encuestas, pero la gente merece ese show de entretenimiento y el pueblo se lo goza. ¡Las cadenas de noticias, ni se diga! Recogen información suficiente para escribir durante una semana sobre los aciertos y desaciertos de los candidatos.
¿Como evolucionar políticamente con los debates como arma de campaña?
Los debates pueden ayudar a superar las grandes caravanas que dañan las calles, maltratan los vehículos, consumen millones de pesos en combustible y dejan heridos y muertos. Cuando en los debates se impone la capacidad intelectual y las propuestas de nación, el materialismo derrochado en las campañas políticas tiene poco efecto.
Los debates pueden cambiar el sistema de las funditas y canastas que tranquilizan el hambre de hoy pero mañana vuelves a tener hambre y ya el candidato se ha ido. Prefiero intercambiarle al candidato las canastas de alimentos por propuestas concretas de empleo que sean explicadas en el debate y cumplidas una vez se alcanza la posición. Los dominicanos tienen un espíritu y facilidad de debate natural, especialmente para hablar de política y pelota. Al traer a debate los temas críticos de nuestros pueblos y comunidades estaríamos intercambiando ideas de nación.