Cada cierto tiempo hay un escándalo en la República Dominicana que tiene de protagonista a un chofer.
Desde sicariato; intentos de incendiar guaguas con niños en su interior, violaciones sexuales, asesinatos, robos, pleitos y muertes por rutas de carros o autobuses, violaciones del tránsito, paralización del transporte y un sinnúmero de acciones que lanzan por el suelo ese sector laboral.
No importa que sea transporte de cargas o de pasajeros, lo cierto es que el bandolerismo está presente en cualquier espacio público del país.
Muchos choferes y cobradores de autobuses públicos y privados son sencillamente insoportables e indeseables.
Las quejas se expresan diariamente en distintas localidades tanto en el transporte urbano como interurbano.
Simplemente no hay educación ni las más mínimas relaciones humanas cuando se trata de atender a los pasajeros que deben utilizar las unidades de transporte colectivo para ir a su trabajo, escuela, hospital, universidad, centros de recreo o cualquier otra diligencia personal.
En el interior de esos vehículos que ofrecen “servicios” a la ciudadanía se aprecia la violencia que caracteriza a ese sector que simultáneamente utiliza en las unidades bates, palos, hierros, cuchillos, machetes, mochas, piedras y por supuesto armas de fuego, entre ellas, escopetas chilenas y revólveres.
Un arsenal para ir a la “guerra” a pelear; atropellar, amedrentar, humillar y agredir a los usuarios habituales de esos medios de transporte colectivo.
¡Qué ironía!, estos sujetos proceden a golpear a los propios pasajeros que permiten el sustento tanto a los dueños de esos vehículos como a cobradores y conductores.
El mal trato al viajante en la República Dominicana ha llegado tan lejos que en avenidas y calles de Santo Domingo han sido lanzados al pavimentos indefensos viejecitos por faltarles cinco pesos para completar el precio del pasaje.
¿Y qué decir, de aquellos conductores que suben el volumen del radio y escuchan la música que a ellos les satisface sin importarles el derecho del pasajero? Muchos colocan bocinas enormes detrás del asiento del chofer y manejan a velocidades excesivas.
Ahora tenemos la modalidad del motoconcho donde algunos actos delincuenciales en las calles y avenidas son protagonizados por personas que se dedican a esa actividad. Por supuesto, que igualmente hay honrados padres de familias ejerciendo de taxistas, conductores de camiones, guaguas o motores.
¿Por qué ese irrespeto en el transporte de pasajeros en el país ha llegado tan lejos?
En gran medida porque refleja significativamente los niveles de descomposición social en que se encuentra la sociedad dominicana, afectando prácticamente todos los estamentos sociales.
Algunos especialistas de la conducta humana como el siquiatra César Mella Mejías han advertido las consecuencias que podrían derivarse de ese cuadro social.
Las empresas de transporte en el país no invierten en la formación y orientación de sus empleados que todos los días deben tratar con una diversidad de público.
El desplazamiento de confortables y costosos vehículos de transporte de cargas y pasajeros por calles, avenidas y carreteras del país refleja el progreso económico que han experimentado los propietarios de esas unidades.
Sin embargo, el trato humano a quienes pagan por ese servicio deja mucho que desear y cada vez es más precario y riesgoso.
Probablemente los únicos que todavía no están contaminados son los conductores de los vehículos dedicados al traslado de turistas.
“Líderes” del Transporte
El caso más reciente que involucra a Blas Peralta uno de los acusados del asesinato del profesor y ex rector de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), Mateo Aquino Febrillet, es un retrato irrefutable del descrédito e imagen de pandillerismo que caracteriza el sistema de transporte en el país.
Peralta quien dirigió la Federación Nacional de Transporte Dominicano (Fenatrado) y a quien se le acaba de dictar un año de prisión preventiva, como medida de coerción por la muerte del doctor Aquino Febrillet, se ha visto involucrado también en otros incidentes sangrientos.
He utilizado los servicios de taxis y ómnibus en ciudades como Sao Paulo, Brasil; Nueva York, Estados Unidos; Buenos Aires, Argentina; La Habana, Cuba; Paris, Francia; Madrid, España, Caracas, Venezuela y Ciudad de México, entre otras, y no he sentido temor ni malos tratos de sus conductores.
En Cuba, por ejemplo, hay taxistas que hablan con mayor precisión y actualización de la historia del Continente Americano y del mundo que algunos profesionales dominicanos.
Articulo de Manuel Díaz Aponte
Jueves, 17 de marzo del 2016