El episodio de barbarie en el que perdió la vida Mateo Aquino Febrillet tiene que contarse, escribirse y recontarse para que se mantenga fresco en la memoria en clamor encendido de justicia:
Érase una vez que un hombre conciliador, progresista y de espíritu incansable procuraba nuevas metas para su vida y la forma de seguir aportando al desarrollo de su país, por lo que pese a muchas opiniones adversas buscó una candidatura senatorial con escasas posibilidades de triunfo, lo que para él tornaba más retador el desafío.
El partido en el que había militado durante gran parte de su vida se dividió y acompañó la facción beligerante, la que a su vez aprovechó la franquicia de un viejo y pequeño partido del sistema con la finalidad de convertirlo en la principal opción opositora, objetivo que alcanzaron pero a mucha distancia de la opción que se proponían vencer.
El nuevo instrumento político no contaba ni con la estructura partidaria ni el tiempo necesario para crearla y se vieron en la necesidad de recolectar todo lo que tuviera disponible para poder armar una boleta nacional, y terminaron en alianzas con fuerzas que comunicaban todo lo contrario a las ideas de modernidad, transformación y anticorrupción que pretendían levantar.
Asimilaron a los denominados dueños del país, propietarios de federaciones de transporte de carga y de pasajeros que en su cotidiano accionar han hecho de la violencia un método recurrente.
Mateo sabía lo que era subsistir en el caos, lo había aprendido en su larga carrera administrativa y docente en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, pero nada de lo que había observado allí superaba lo que la sociedad dominicana ha sufrido en el sistema de transporte.
No tenía conflictos con nadie, la candidatura se la dieron por encuesta y jamás pensó que era un premio letal. Dos de sus disputados andaban en guerra y él los reunió para buscar la armonía y creyendo que lo había conseguido se despidió del encuentro para irse a otro compromiso, pero tan pronto dio la espalda las fieras que creía haber apaciguado volvieron a pelearse, y de ahí vino la desgracia.
Se agredieron y uno rodó por el suelo mientras el otro corrió y abordó el vehículo de Febrillet que ya estaba encendido y se marchaba, a lo que Mateo accedió entendiendo que si alejaba del lugar a uno de los que habían reñido evitaba una tragedia, pero no fue así porque el otro se lanzó en persecución hasta interceptarlo y emprenderla a tiros contra el vehículo en el que andaban.
Mateo murió pero el país no vivió una tragedia peor por su prudencia, porque el lugar sugerido a su chofer por la persona que se había refugiado en su vehículo fue la parte frontal de la casa del presidente de la República, Febrillet por lo que eso podía implicar ordenó seguir al cuartel más próximo.
Un tiroteo en ese lugar hubiera originado una masacre mayor, que políticamente se hubiese estado arrojando a los pies del mandatario, otra cosa que evitó Febrillet fue que se estuviera alegando legitima defensa, porque cuando su seguridad sacó un arma le ordenó guardarla, no hubo intercambio de disparos.
Las imágenes de lo ocurrido recrean sin lugar a dudas la culpabilidad, el país sabe claramente quienes cometieron los hechos, de lo que nadie está seguro es que no se vuelvan a evadir como en otros crímenes.