La lectura que apuntala la crucifixión de Jesús como un sacrificio propiciatorio para redimir del pecado a toda la humanidad, está contenida en el evangelio de Juan, el de la visión distinta a la de los tres textos sinópticos, como se llama a los de Marcos, Lucas y Mateo, porque se asemejan en la narrativa.
Juan 1-29:“Al día siguiente Juan vio a Jesús que venía a su encuentro, y exclamó: Ahí viene el cordero de Dios, el que carga con el pecado del mundo. De él yo hablaba al decir: “Detrás de mí viene un hombre que ya está delante de mí, porque era antes que yo”. Y al día siguiente repitió lo propio, Juan 1-36: “Ese es el cordero de Dios”.
En esa visión y un planteo similar de Isaías se enraíza la explicación teológica que proyecta los padecimientos de Jesús como una ofrenda de su padre para perdonar el pecado de todos sus hijos, pero muchas personas toman este acontecimiento de forma literal sin ubicarse en el contexto del sistema sacrificial que esa devoción sustituía.
Era costumbre en el templo judío que todas las tardes se sacrificara un cordero que se ofrendaba a Yahvé en suplica por el perdón de los pecados de toda la feligresía, pero los practicantes de la fe a la vez llevaban sus animales para ofrendarlos en función de los petitorios de sus respectivas familias, y todos los años para las pascuas en los hogares se hacía un sacrificio y la sangre se untaba a los horcones de la casa para evitar que la muerte quisiera pasar por un hogar ensangrentado.
Los animales para el sacrificio divino tenían que estar en condiciones perfectas, por eso el templo tenía comerciantes que los ofertaban y los concurrentes podían canjear los que llevaban por otros en mejores condiciones, como también había personas que canjeaban monedas porque el templo no las aceptabas con figuras de ningún ser humano.
Esos señores estuvieron ahí siempre, no se crearon de un día a otro aunque los evangelistas neotestamentarios cuenten como Marcos 11:15-8 “Llegaron a Jerusalén; y entrando Jesús el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en el templo; volcó las mesas de los que cambiaban el dinero y los asientos de los que vendían palomas, y no permitía que nadie transportara objeto alguno a través del templo, y les enseñaba diciendo ¿No está escrito: mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones…”
Lo que hizo la teología cristiana fue interpretar que esos sacrificios de animales se hacían innecesarios después que Dios había ofrendado a su propio hijo, que fue llevado cual cordero al matadero. En la cultura moderna ese tipo de cosas solo se practican en actividades de hechicería.
En el templo judío se estuvieron haciendo sacrificios hasta la toma de Jerusalén por las tropas de Tito Livio Vespasiano setenta años después de la muerte de Jesús, quien al entender de sus primeros seguidores, no estaba creando una nueva religión sino más bien una forma de asumir el judaísmo.
Una gran polémica dividió a sus seguidores después de la muerte, porque uno que no había sido su discípulo directo se convenció que en su mensaje no había exclusión, que abarcaba a los no judíos, cosa que no aceptaban los pilares.
Por suerte Pablo, perdió la polémica entre ellos, pero la ganó para la eternidad por eso el mundo tiene cristianismo