Lima, 9 abr (PL) La candidata presidencial peruana Keiko Fujimori es la favorita de las elecciones de mañana, principalmente gracias al recuerdo del gobierno de su padre preso, por el que carga además lo que llama una pesada mochila.
Con 40 años, intenta por segunda vez ganar reivindicando lo que considera positivo de la gestión (1990-2000) de su padre, Alberto Fujimori, y en esta oportunidad rechazando los crímenes de lesa humanidad y la corrupción del gobierno por los que su progenitor cumple una condena de 25 años.
En 2011 perdió por estrecho margen la segunda vuelta electoral frente al actual presidente, Ollanta Humala, merced al respaldo que este sumó por el rechazo mayoritario a la reivindicación de la década fujimorista que significaba el triunfo de Keiko.
Si bien sus detractores señalan que no sería nadie si no fuera por su apellido, la postulante sumó a esa herencia una intensa labor proselitista y organizativa que, como gusta decir, comenzó al día siguiente de su derrota de hace cinco años, lo que le ha permitido colocarse en la posición expectante actual.
Junto a su bancada, la mayor del parlamento, ha mantenido una oposición irreductible contra el gobierno, salvo en las medidas económicas y sociales de corte neoliberal, que ha apoyado por mantener esa línea, la cual defiende en la presente campaña.
Keiko Fujimori comenzó lo que podría llamarse su carrera pública con un cargo protocolar pero de indudable matiz político en 1994, al convertirse a los 19 años en primera dama por el divorcio de sus padres debido a divergencias como la denuncia de corrupción de la familia paterna, hecha por la madre, Susana Higuchi.
La joven candidata añade a la mochila las reiteradas denuncias de que ella y sus tres hermanos estudiaron carreras universitarias en Estados Unidos, con dinero del Estado, lo que niega. Allí se graduó en administración de negocios y cursó una maestría afín.
Tras la renuncia y escape a Japón de su padre, en noviembre de 2011, Keiko permaneció en Lima y salió indemne de las investigaciones de corrupción que mandaron a prisión a decenas de ex altos funcionarios y militares.
En su empeño por lograr esta vez la presidencia, ha reprobado los delitos y abusos cometidos bajo el gobierno de su padre, negando la culpa de este, y hasta, en el debate final entre los candidatos firmó un compromiso escrito de que respetará la democracia y los derechos humanos y no cerrará el parlamento como hizo Alberto Fujimori en 1992.
Sin embargo, el pasado 5 de abril, 24 aniversario de aquel llamado autogolpe de Estado, multitudinarias marchas expresaron un rechazo masivo a la candidatura, organizadas por el movimiento "No a Keiko".
El impacto de tal demostración, según expertos encuestadores, ha mermado el porcentaje de apoyo la candidata, aproximadamente un tercio del electorado, e incrementado el llamado "antivoto" de quienes de ninguna manera votaría por ella, lo que pone un gran signo de interrogación sobre su suerte en la segunda vuelta, el 5 de junio.
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