Quito, mar (PL) Nelson Ortega dirige una empresa piscícola familiar en la Amazonía ecuatoriana cuyo mayor orgullo es haber logrado domesticar al Paiche, el segundo pez de agua dulce más grande del mundo y especie típica del Amazonas.
Por Martha Sánchez
El Arapaima gigas (nombre científico) es un pez original de la cuenca hidrográfica del famoso río en Perú, Ecuador, Brasil, Colombia, Venezuela, Guyana, Surinam y Guayana Francesa y la dificultad de domesticarlo, según el piscicultor, radica en su predilección alimenticia: peces vivos y hasta aves.
Hace ocho años, Ortega inauguró el proyecto Peces tropicales en el cantón Lago Agrio de la provincia ecuatoriana de Sucumbíos, como empresa privada familiar dedicada a la venta de peces en varias ciudades de la región amazónica de su país.
El pez más comercial que nada en sus 70 piscinas es la Tilapia (Oreochromis), de origen africano y de gran adaptabilidad a las regiones tropicales, un herbívoro por naturaleza, tolera el alimento producido industrialmente y de muy fácil reproducción.
Mientras una hembra Tilapia puede poner de mil a dos mil huevos de promedio por puesta, cada 45 días, el Paiche alcanza a poner mil pero de una a tres veces como máximo en un año, el ritmo resulta incomparable, incluso los piscicultores toman medidas para evitar la sobrepoblación de la Tilapia.
El alimento industrial contiene una sustancia que le atrofia los ovarios a las hembras, a fin de controlar su reproducción, en cambio el Paiche requiere paciencia, primero debe crecer, algunos llegan a sobrepasar tres metros de largo y hasta los cuatro años de vida no se les puede diferenciar el sexo.
Conseguir domesticarlos y que se reproduzcan en cautiverio es un hecho considerado proeza, sobre todo porque la mayoría de los piscicultores están interesados en especies de ágil multiplicación que les garantice una venta constante.
Para mayor atractivo, el Paiche es un pez prehistórico; su carne, blanca y blanda, sabe deliciosa, y de acuerdo con la experiencia de Ortega, no se reproducen por el simple hecho de juntar en un estanque a una hembra con un macho.
Los estudios científicos ratifican exclusivamente la condición de heterosexualidad, pero el piscicultor ecuatoriano insiste en que este pez se enamora y hasta tanto eso no ocurra, no habrá matrimonio.
Por experiencia propia, este estudioso de la ictiología ha tenido que cambiar Paiches de piscina a fin de mostrar a sus crías otra opción de pareja pues lo han convencido de la necesaria búsqueda de compatibilidad.
Al decir de Ortega, la cría del Paiche en cautiverio no está mal vista en la actualidad porque por sus poblaciones naturales han disminuido considerablemente a lo largo de siglos debido a la pesca excesiva.
Por otra parte, no es un animal agresivo con el hombre, puede llegar a pesar más de 150 kilogramos, tiene un altísimo valor nutritivo y durante siglos los pescadores lo han podido capturar fácil por su necesidad ineludible de respirar aire atmosférico, o boquear, cada un período de 15 minutos como promedio.
La Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (Cites), órgano internacional que regula las especies para impedir la pérdida, ya lo cataloga en vías de extinción, por eso Ortega ha tenido facilidades a la hora de solicitar permisos del Ministerio del Ambiente.
Somos una empresa pequeña, familiar, que nació con el único objetivo de ayudar al desarrollo piscícola amazónico, contó a Prensa Latina.
Comenzamos reproduciendo Cachamas (Colossoma macropomum), luego Sábalos (Prochilodus lineatus), Bocachicos (Prochilodus magdalenae), que son especies como de bajo rango, y siempre sufríamos porque nos decían: ese pescadito no es tan bueno, relató.
Pocos segundos después, apuntó con un dedo a una pareja de Paiches en una de sus piscinas y exclamó con una sonrisa: "este sí es bueno, este nos puede permitir llegar a mercados más altos".
En Estados Unidos y en Europa, el Paiche es un pez de gran demanda, altamente cotizado, dentro de Ecuador sin embargo se conoce menos producto de su escasez por la depredación en toda la cueca amazónica para ser exportado.
Un kilo de Paiche cuesta ocho dólares con 80 centavos en este país suramericano y uno de los sueños de Ortega es crear una demanda local, además de exportarlo.
Que algún día la gente llame a mi puerta para pedirme Paiche, eso sería una felicidad, confesó.
Tras ocho años de investigación, Ortega habla de ese pez como de la familia, aunque no le ponga nombre a sus crías, y cada uno está marcado por un microchip, con un código particular que facilita el manejo en sí de la especie, y también lo exige el Ministerio de Ambiente.
La Universidad Estatal Amazónica se ha vinculado a su proyecto para el estudio de la especie y a la vez le ayuda con los análisis de sangre requeridos en ocasiones para identificar el sexo del animal antes de alcanzar la madurez.
Muchas son las leyendas que se tejen alrededor del pez emblemático y más grande de la Amazonía, pero a Ortega solo le constan las vivencias propias y esas hasta ahora solo le confirman que se trata de una especie única, de singularidades emocionantes como la de enamorarse, o al menos así lo ve él.