Moscú (PL) Como toda la región del Cáucaso meridional, los pueblos de antaño en esas tierras fueron sometidos durante siglos al dominio foráneo que dividió y enfrentó a etnias próximas en guerras fratricidas.
Por Odalys Buscarón Ochoa
La historia de Nagorny-Karabaj está ligada al florecimiento y decadencia de la Gran Armenia; a las invasiones persas y otomanas; y a las grandes cruzadas de los zares rusos.
Con 4,4 mil kilómetros cuadrados y sin salida al mar, el territorio montañoso fue y es manzana de la discordia entre Estados vecinos. Limita con Armenia al occidente, con Azerbaiyán al norte y este; y por el sur con Irán.
De hecho las raíces del topónimo Karabaj tiene orígenes diversos. Estudiosos identificaron el término Kara como "negro" en lengua turca y "bag" jardín en persa. Los armenios antiguos lo nombraban Artsaj, una provincia dentro de la Gran Armenia.
En su devenir histórico predominó el componente armenio, desde la lengua y la cultura hasta la religión, de mayoría cristiana.
Las disputas territoriales entre Armenia y Azerbaiyán por Karabaj se acrecentaron en el siglo XIX, pero escalaron en confrontaciones armadas perennes en la primera mitad del XX.
Pese a una mayoría absoluta de armenios étnicos, el poder soviético traspasó la administración del territorio a la entonces República Soviética de Azerbaiyán, como una región autónoma.
La partición administrativa no hizo desaparecer durante la existencia de la Unión Soviética las discordias territoriales e interétnicas entre los vecinos en esa convulsa zona del Cáucaso.
Tanto es así que tres años antes de la desintegración de la Unión estalló el ruido de sables en la frontera armenio-azerí, siendo uno de los conflictos de mayor resonancia en la época soviética, pero no el único.
La autodeclarada salida de la región autónoma de Karabaj en 1988 fue el origen del conflicto en el período contemporáneo, que llegó al clímax de mayor confrontación armada en 1991, cuando se declaró República independiente, con el apoyo de Armenia.
Entre 1992 y 1994 mediadores internacionales en el Grupo de Minsk (Francia, Estados Unidos y Rusia) negociaron un armisticio con las partes beligerantes, que finalmente redujo la intensidad de los choques armados, sin que cesaran en los años 90 y en la década reciente.
Solo más de 11 mil militares azeríes murieron a consecuencia de las pugnas territoriales entre 1991 y 1994. Se estiman asimismo de cinco a seis mil muertos del lado armenio.
El sociólogo Vladimir Mukomelya maneja la cifra de 24 mil víctimas de ambos bandos, incluida la población civil.
La falta de voluntad política para un compromiso como salida alternativa a la guerra hace de Karabaj un volcán en permanente ebullición, mientras la institucionalidad establecida allí hace más de un cuarto siglo y sus autoridades no son reconocidas por la ONU.
El caso Karabaj tiene partidarios y detractores en la interpretación del derecho de autodeterminación de una "mayoría de origen armenio" en condición de minoría dentro de Azerbaiyán.
Desde ese análisis varios autores alegan la supremacía del derecho de autodeterminación del pueblo de Karabaj sobre la soberanía territorial del Estado de Azerbaiyán, como un caso exclusivo.
Los politólogos rusos Serguei Markedonov y Andrei Areshev se apoyan en el concepto de estado-nación, según el cual la autodenominada República independiente cuenta con un territorio propio desde la antigüedad, una lengua, una cultura, una organización estatal y una "soberanía real", todo lo cual encaja perfectamente en la definición de Estado, sustentan los autores.
Parece muy difundido el criterio en Occidente de que la propalada independencia de Karabaj es solo una cortina de humo para ocultar una pertenencia de facto a Armenia.
Las autoridades de Azerbaiyán acusan a Erevan ante la comunidad internacional de ocupar militarmente el enclave, que según Bakú, es parte de la integridad territorial del país trascaucásico.
Tras un cese al fuego de la contienda en 1994, Karabaj tenía total control del 92,5 por ciento de los territorios de la antigua autonomía, además de siete distritos pertenecientes a la división administrativa de Azerbaiyán.
De otro lado, las autoridades de Bakú retuvieron el control sobre tres regiones que representaban el 15 por ciento de las posesiones autonómicas de Karabaj durante el período soviético.
Armenia plantea, a su vez, que representa los intereses de Karabaj en la mesa de negociaciones, al no ser reconocida la autoproclamada República como un sujeto internacional.
LA ESCALADA RECIENTE
Una escalada sin precedentes del conflicto estalló en la madrugada del 2 de abril. Erevan y Bakú, cada uno por separado, culparon a la contraparte de la violación del armisticio en la línea de contención. A diferencia de las escaramuzas esporádicas en 2014 y 2015, el nuevo capítulo de hostilidades fue catalogado como el de mayor envergadura en los últimos años por el empleo de la aviación, tanques y artillería.
El gobierno de Stepanakert, capital de Nagorny-Karabaj, denunció la ocupación de algunos poblados limítrofes por tropas azeríes.
Como resultado de los enfrentamientos se reportaron 33 muertos y más de 200 heridos, el 4 de abril, por la Oficina de la ONU para la coordinación de asuntos humanitarios.
Al día siguiente los estados mayores de Defensa pactaron un alto al fuego, en Moscú, pero sujeto a violación permanente por las partes. El mando armenio reconoció la muerte de 92 efectivos y Azerbaiyán 31.
Según el primer ministro del territorio independiente, Araik Arytiunyan, las pérdidas económicas a causa de la confrontación representaron unos 400-500 millones de dram armenio, equivalentes a entre 800 mil y un millón de dólares, en las jornadas del 2 al 5 de abril, en un estimado preliminar.
Las gestiones mediadoras de Rusia apenas consiguieron minimizar la escalada militar en la zona, mientras no se vislumbra una reunión extraordinaria del Grupo de Minsk ni de los presidentes de Armenia y Azerbaiyán. Un encuentro anterior tuvo lugar en Berna, Suiza, en diciembre de 2015 en el esquema de las consultas regulares sobre el tema.
Se mantiene como asignatura pendiente una solución política del contencioso que implica compromiso de las partes beligerantes, y solo así Karabaj será un territorio de paz en la convulsa región de Trascaucasia.
El único documento que recoge la postura del Grupo de Minsk es el Acuerdo de Madrid (2007), según el cual se obliga a la devolución de los territorios a Azerbaiyán y la concesión de un "estatus intermedio" a Karabaj con amplia autonomía, postura respaldada con fuerza por Estados Unidos y Francia.
Mientras desde las capitales de Erevan y Stepanakert se escuchan pronunciamientos por un arreglo pacífico, en Bakú las autoridades son claras en el propósito de "no renunciar a recuperar la integridad territorial", según los términos de cancillería.
La presidencia dijo ratificar el respaldo a los esfuerzos mediadores de Rusia y del Grupo de Minsk.
Recientemente, el ministro de Defensa Zakir Gasanov aseguró enfático que ante las Fuerzas Armadas de Azerbaiyán fue planteada la tarea del restablecimiento de la integridad territorial y "el Ejército debe estar listo".
Todo el personal, desde los soldados hasta los generales debe estar preparado para la pelea por el restablecimiento de la integridad territorial de Azerbaiyán, exhortó Gasanov en una reunión con la plana mayor de las Fuerzas Armadas.
Bakú considera parte de su soberanía nacional los siete distritos perdidos tras la secesión de Karabaj en 1991.
Armenia, en la figura de su presidente Serzh Sargsyan, advirtió que en caso de continuar las hostilidades de envergadura por la parte azerí, Erevan reconocería la independencia de Karabaj.
Por esos días, Sargsyan instruyó la preparación de un convenio de ayuda mutua militar con Karabaj. El Instituto Internacional de Investigaciones Estratégicas atribuye el grueso del arsenal militar del enclave al ejército armenio.
Los pronósticos sobre una eventual baja intensidad en la confrontación son muy escépticos dada la renuencia de Azerbaiyán a retirarse de las posiciones ocupadas tras la reciente ofensiva.
Como variante más optimista aflora un retorno al status quo de uno de los llamados conflictos congelados en el espacio postsoviético, hervidero permanente de inestabilidad en el sur del Cáucaso.
*Corresponsal Jefa de Prensa Latina en Rusia.