La oposición debe exigir que sean anuladas las elecciones del pasado 15 de mayo.
Que se convoque, para dentro de dos o tres meses, nuevos comicios.
¡Elecciones otra vez!
¡Qué el pueblo vuelva a las urnas de nuevo!
Para tales fines se requiere que el Senado elija otros jueces en la Junta Central Electoral (JCE) y el Tribunal Superior Electoral (TSE), no tienen que ser abogados todos, sin compromisos partidarios y con alta solvencia, más ética y moral que profesional, que los hay.
Rápidamente, pueden producirse los cambios estructurales profundos del sistema electoral, como lo sugiere la Organización de Estados Americanos (OEA).
Para conocer y aprobar la ley de partidos y agrupaciones políticas, así como la modificación de la ley electoral, no se requieren otros 20 años. El Congreso, si así lo dispone, puede hacerlo en días ya que existen proyectos consensuados como el presentado por la propia JCE. Es cuestión de voluntad política. La reelección se conoció y aprobó en tiempo récord porque Danilo Medina así lo dispuso dado el interés personal que tenía.
El pasado domingo no hubo elecciones en el país. Fue una farsa, una obra de teatro ridícula y absurda. El pasado domingo hubo, como lo había advertido en artículos anteriores, una masacre electoral, un matadero, gracias a las diversas modalidades de fraudes, compra masiva de cédulas de manera pública, como en un mercado persa con la protección de la llamada “Policía Electoral”, atropellos, violaciones a la ley electoral, uso de la fuerza, coerción, chantaje, robo de urnas y de actas para que no se pudieran contar los votos.
Los resultados de los comicios, independientemente de quién ganara o quien perdiera, tanto en la boleta presidencial, como en la municipal y congresual, no pueden aceptarse como buenos y válidos porque fueron fruto de la trampa y el engaño.
Lo ilegal lo corrompe todo, dice una máxima del derecho. Y las elecciones fueron ilegales desde el momento en que el gobierno decidió avasallar invirtiendo cerca de 50 mil millones de pesos para imponerse.
Si este fuera un país, no una selva tribal, la gente, encabezada por los dirigentes de la oposición, estaría en las calles exigiendo nuevas elecciones, denunciando el fraude en los organismos internacionales.
Luis Abinader, la figura que emerge como líder de la oposición, tiene que crecerse en estos momentos de crisis colocándose a la vanguardia, como parece estar dispuesto, para buscar la unidad y encabezar la lucha popular. Procede la “línea de masas”, procede la desobediencia civil para exigir nuevas elecciones, pero en condiciones de equidad y transparencia, no del uso de los recursos del Estado.
¡Elecciones otra vez!, debe ser la consigna.
No hay provincia, municipio, barrio, campo, en todo el país, donde no se haya denunciado y comprobado serias irregularidades en el proceso de elección. ¡Y es que nada funcionó bien! ¡La JCE fracasó! Roberto Rosario, presidente del órgano, fue arrogante, prepotente, altanero, hablador, y hasta irrespetuoso con los partidos opositores. Violó la ley para imponer su voluntad, como si la JCE suya. Se descalificó a sí mismo.
No encuentro otra salida a la crisis que corregir los entuertos necesarios y volver atrás evitando el retroceso democrático. ¡Elecciones otra vez! De lo contrario el gobierno de Danilo será ilegal e ilegitimo más allá de lo que digan sus bocinas y sus medios de comunicación, más allá de lo que establezcan sus jueces de la JCE, del TSE, de la Suprema Corte y el Tribunal Constitucional.
Si la oposición se cruza de brazos, si acepta los resultados de las elecciones, habrá cavado su propia tumba junto con la de la libertad y la justicia, no importa que Danilo haya dicho que no reprimirá (ojo) a sus opositores. ¡Si lo hará!