No se debe aceptar, bajo ninguna circunstancia, que algunas personas arropadas por la maldad pretendan mantener en zozobra a la población dominicana al perpetrar delitos que llenan de espanto a esta nación donde la mayoría desea que prevalezca la seguridad y la paz.
No se precisan encuestas ni nada parecido para saber visceralmente que la gente de esta bendecida nación es amante de la seguridad y de la paz, ambas manchadas por malandrines que andan cometiendo desmanes de toda índole.
Lo anterior ha llegado a un nivel de intimidación tan alarmante que ha sido motivo de que puertas y ventanas estén forradas de hierro para dificultar la entrada de intrusos, una situación que es añeja y en lugar de disminuir se expende como la mala hierba.
A pesar de la seguridad en ventanas y puertas en procura evitar el acceso de intrusos, la zozobra, como decía el ausente amigo periodista Marino Arias Betancourt, prevalece.
Seguridad y paz deben ir de la mano. Todo lo contrario provoca escozor y esto no es bueno. Se trata de un asunto que en cualquier agenda debe ser la principal prioridad del momento.
Los monstruos que provocan ausencia de seguridad y paz deben recibir sanciones ejemplares y es una lástima que las penas no pasen de 30 ó 40 años.
El mundo ha avanzado en muchos aspectos, pero hay humanos que tienen cabeza de piedra y corazón de diablo. Lástima que tantos inocentes sean víctimas de estos demonios.
Los cadáveres de chóferes lanzados a una fosa, previamente secuestrados y luego asesinados para robar sus pertenencias, así como otras tantas muertes atribuidas a bandoleros inescrupulosos a quienes no parece importarles las consecuencias, tiene intranquila a la población.
Las damas, usualmente más endebles para defenderse de esas alimañas, viven en zozobra cuando salen de sus hogares sea a pie o en vehículos por los asaltos para quitarles prendas o dinero. Y si salen de alguna institución bancaria son perseguidas y les piden el dinero. Lo interesante es que si la mujer le da una cantidad de dinero, los maleantes le dicen no, no, no, usted sacó tanto, démelo todo. En fin son “adivinos”.
La pena máxima del Código Penal de la República Dominicana es de 30 a 40 años, lo que a no pocos les sabe a miel, pues al salir de las rejas carcelarias retornan a cometer fechorías.
Es hora de que se asuma con mayor entereza esta situación. Se supone que se sabe dónde están las debilidades para reforzarlas si fuere preciso. La seguridad y la paz deben prevalecer para que este siga siendo el país del encanto donde los visitantes se marchan con agrado por el cálido recibimiento que reciben de los quisqueyanos.
25-05-2016