Quien mire hacia acá desde un país medianamente institucionalizado no deja de asombrarse al ver que el Jefe de un Estado, Presidente de toda una República, cabeza de un Poder Ejecutivo, Primer Mandatario de una Nación, ayer inspeccionó una vulgar estación del Metro; hoy visitó un simple mercado provincial que se quemó y mañana estará quién sabe dónde brincando charquitos y ordenando que se hagan menudencias que en otras latitudes disponen segundones. Esa persona no entenderá que en esto que llamamos país la genética del Poder nunca ha cambiado, pues aquí, desde siempre, quien manda es el Jefe y los demás…son los demás.