La llamada observación electoral del momento de emisión del voto y luego del conteo del mismo es un tema sobre el que se debe reflexionar puesto que los delegados políticos, ejercen una presión tal sobre el personal gerencial de las mesas electorales, que más que en observadores, los convierte en directores del proceso, esto es: las más de las veces, dichos delegados, terminan ejerciendo una función directora del proceso de votación y de conteo, al imponer sus criterios al personal técnico que administra el proceso y conteo de los votos emitidos.
De ahí, que los principales partidos entiendan que las elecciones se ganan y se pierden en las mesas, o, lo que es lo mismo: que quien controla la mesa electoral -el día de las votaciones-, tiene mayores posibilidades de ganar en las mismas que aquellos que se hallan ausentes. Esta situación crea un desbalance en la competitividad electoral que daña la gerencia electoral general del proceso de votación y conteo de votos, pues las autoridades electorales terminan también siendo presas fáciles del control partidarista de las mesas electorales.
Así, la gerencia electoral, queda a merced de los grandes partidos, porque los pequeños partidos políticos con incapacidad para presentar delegados en todas las mesas electorales terminan siendo perjudicados. Este tema amerita una reflexión profunda pues quizás en su aborda miento esté la clave para mejoras futuras en el ámbito de la ingeniería electoral que se emplea durante las votaciones y luego en el conteo de los votos emitidos. Los presentes comentarios se centran en ello.
Es tradición que los partidos nombran delegados en las mesas electorales con el objeto de defender el voto de sus partidarios, para asistir a los ciudadanos en general que ejercen el sufragio ante cualquier percance que se produzca al momento de votar, y muy particularmente, la delegación tiene por misión principal, llevar a la mayor brevedad posible, el resultado electoral de la mesa donde observan. Pero hace tiempo que carece de sentido porque nunca partido alguno ha sido capaz de dar resultados creíbles y estas elecciones no son la excepción, es más puede afirmarse que las encuestas pre electorales y a boca de urnas, hace rato que han sustituido la función del delegado político ante las mesas electorales. Obvio, esta situación tiene origen en el hecho de que cuando las masas irrumpieron en la vida democrática y adquirieron derechos políticos, se presentó la necesidad de que tuviesen una capacitación que les permitiera ejercer el voto con conciencia; sin embargo, esto no ha sido posible sino que se presenta al ciudadano de a pie en condiciones desfavorables para ejercer el sufragio y se les deja a merced de los partidos políticos. Estamos ante un anacronismo cuya existencia merece ser ponderada.
La educación, publicidad y orientación institucional sobre el cómo se vota, deben mejorar desde la JCE. Este modelo ha sido considerado bueno pero en la práctica presenta graves deficiencias que hacen cuestionable todo proceso de votaciones por la gran cantidad de votos nulos que genera como por la influencia que ejercen los partidos políticos en el momento mismo de las votaciones y luego en el conteo manual del voto.
La experiencia dominicana -en este punto- muestra que el nivel de influencia de la herramienta delegaciones políticas en las mesas electorales, no es más que un mecanismo de control de proceso electoral de los grandes partidos en perjuicio de los pequeños partidos como de la garantía del voto de cada ciudadano, pues los partidos que están en capacidad de manipular el proceso de votación, el proceso de conteo e incluso, en capacidad, de hacer negociaciones políticas en boca de urnas y en el proceso de conteo y sumatoria de los votos llevan ventajas. Es decir, el sufragio parece no ser libre bajo este mecanismo lo que implica que debe ser revisado. El desastre no fue mayor porque, afortunadamente, las votaciones cerradas ocurrieron solo en los planos congresuales y municipales.
Pero lo peor, es la capacidad de estos delegados que son profesionales de la política, en el campo de la práctica, frente a un personal temporero de la Junta Central Electoral (JCE), como es el caso de los componentes administrativos de las mesas electorales, les da una ventaja marcada porque siendo débil la institucionalidad democrática de la JCE, los delegados se convierten así en un referente incómodo pero necesario, sobre todo, cuando son del partido en el gobierno, o de alianzas políticas opositoras que giran en torno a poderes fácticos de gran incidencia . Es ahí donde primero fluyen: el dinero, los palitos, los cambios en los resultados, las amenazas, las componendas, etc., en torno a los resultados electorales.