El señor Luis Almagro aprovechó la coyuntura de haber sido canciller del presidente uruguayo José-Pepe-Mujica para agenciarse el empleo de secretario general de la Organización de los Estados Americanos, cargo al cual arribó con la aureola de ser un pensador de izquierdas.
Muchos de los países que se alinearon con él lo hicieron convencidos de que un funcionario de Pepe Mujica no podía ser un canalla de tomo y lomo, pues el emblemático presidente lo habría echado de su lado, no sin antes dedicarle algunos de los calificativos que suele utilizar el ex guerrillero tupamaro.
Sin embargo, una vez en posición del cargo continental, el señor Almagro se despojó del ropaje de progresista con el que había logrado engatusar a propios y extraños, cubriéndose de su verdadera vestimenta: la de canalla al servicio de los peores intereses que siempre han afectado a nuestra región.
El señor Almagro es un sujeto poco confiable. El tiene doble rasero para medir situaciones similares. Tiene uno para evaluar lo sucedido en Brasil con el golpe a Dilma Rousseff disfrazado de "mecanismo institucional", y tiene otro para enfocar el caso Venezuela.
Su documento de 132 páginas para activar la Carta Democrática de la OEA lo sitúa en una posición beligerante contra la administración venezolana y de prestanombres de otros intereses para tratar de derrocar un Gobierno legítimo como el que preside Nicolás Maduro. Tan legítimo como la Asamblea Nacional de la cual pretende ser sombrilla, pues ambos poderes surgieron de procesos electorales. Una carta de 132 páginas es algo extravagante que solo lo hace alguien que no tenga oficio o que quiera verter su odio visceral contra el régimen chavista, como es el caso del señor Almagro.
La insistencia del señor Almagro en litigar contra el chavismo y asumir la posición de que solo un referendo revocatorio contra Madura salva la situación venezolana, le descalifica para abordar el conflicto como un mediador neutral como debe ser principal ejecutivo de la OEA, cuya importancia continental es ya muy relativa, precisamente por actitudes como esta.
¿Dónde está la ruptura del orden constitucional en Venezuela? Solo en la cabeza de Almagro. El Gobierno chavista se sustenta en más de quince procesos electorales limpiamente competidos entre presidenciales, referendos, plebiscitos y otras modalidades con participación masiva del pueblo venezolano.