Los motoconchistas aparecen como los sospechosos de la delincuencia. Los cálculos indican que desde este este tipo de vehículo es desde el cual se cometen los principales delitos callejeros.
Rebatir eso ahora, donde resulta simpático echar la culpa a quienes usan este tipo de transporte, es pasarse de odioso. Cierto que la mayoría de asaltos se comenten usando motocicletas, pero una revisión rápida de este problema revela que los motoconchistas figuran también entre las principales víctimas de esa delincuencia.
Son frecuentes las noticias de que asalto a motoconchistas para arrebatarle su medio de transporte, mucho de ellos llegando a ser asesinados por delincuente, quienes luego usan ese mismo medio para cometer tropelías.
Hago la reflexión para que no seamos tan parciales y generalizadores, y olvidemos que aquellos se ven forzados a utilizar este medio de transporte sufren los mismos rigores que sufren otros. Plantear que sea eliminado el mismo, no resuelve mucho, pues la delincuencia se la ingeniará para movilizarse en ellos, como se la ingenia para adquirir armas de fuego de distintos calibres y portarlas en las calles, pese a que eso está prohibido por ley.
Y eso le es posible por el alto grado de deficiencias que existen en los organismos encargados de combatir la delincuencia, en mucho caso por la complicidad de muchos de sus miembros. Si como es deseo de algunos, se prohibiera el uso de motocicleta, esa delincuencia entonces usará carros y otros tipos de vehículos. Entonces surgirá la tesis de que acabaremos con la inseguridad prohibiendo que circulen los carros.
El asunto, en mi opinión es que con medidas simplistas este caso no va a ser resuelto. La delincuencia ha echado raíces en la sociedad dominicana, y no va a ser detenida con operativos y meros registros que por lo regular afectan a ciudadanos inocentes. Creo que este problema amerita un tratamiento más serio de la sociedad y desde el Estado. Sobra repetir que el problema está en la Policía y otros organismos de seguridad y en la Justicia que es benigna e incoherente cuando se trata de apuntalar el castigo a quienes delinquen.
El Estado, además, comenzando por el gobierno, debe enfocarse a determinar otras causas sociales y económicas que estén siendo caldo de cultivo para este auge y comenzar a desarrollar una ingeniería social que a corto plazo comience a sembrar esperanza entre los excluidos, propiciando oportunidades.
Como veo esto, no me da que se haya anunciado hoy algo que vaya a ser efectivo.