Por Ariel .B. Coya (*)
La Habana, (PL).- Aunque el cubano Teófilo Stevenson ya era por entonces todo un campeón olímpico, los Juegos de Montreal-1976 encumbraron aún más su leyenda, al punto de cosechar los elogios de otro as del boxeo como George Foreman.
Cuatro años antes, en Múnich-1972, el gigante del Central Delicias se había proclamado, de forma arrolladora, monarca de los pesos pesados y en 1974 sumó a esa corona la del primer Campeonato Mundial de la AIBA, celebrado en La Habana.
Pero en la urbe canadiense -como confesaría él mismo-, con 24 años recién cumplidos, estaba en su mejor condición física.
Curiosamente, ello no impidió que llegara a la cita bajo los cinco aros envuelto en un leve manto de dudas, tras perder poco antes en Minsk con Igor Vysotskiy, uno de los poquísimos rivales que pudieron vencerlo no ya una, sino dos veces.
Ese resultado causó tal revuelo que se rumoró incluso el envío en su lugar del pinareño Ángel Milián, campeón nacional de 1975, mientras los propios soviéticos llevaron a Vysotskiy a Montreal por si el sorteo les deparaba un enfrentamiento con Cuba en el primer combate.
Al final Stevenson fue el abanderado de la delegación cubana y los entrenadores de la URSS inscribieron en el torneo a Víctor Ivanov, a quien veían con más opciones de discutir el título, por lo que no hubo pelea revancha.
Lo que sí ocurrió, en cambio, fue otra exhibición del cubano, que despachó con celeridad a todos sus contrincantes sobre el cuadrilátero.
A RITMO DE KO
Así abrió noqueando al senegalés Michael Drame en el segundo asalto de su debut y al finés Peka Roukola, quien resistió como mucho los 59 segundos que su esquina tardó en arrojar la toalla.
En semifinales, a Stevenson le tocó enfrentarse a John Tate, el estadounidense al que los medios de su país presentaban como el "fenómeno" encargado de liquidarlo, tras el fracaso en Múnich de la llamada "Esperanza Blanca" Duane Bobick. Pero tampoco hubo debate: el resultado fue otra paliza.
Nada más escuchar la campanada inicial, Tate arremetió con todo para sorprenderlo, pero el único sorprendido resultó ser él cuando el primer ataque a fondo del púgil caribeño lo dejó retratado de bruces en su propia esquina.
Tanta expectación despertó la pegada de Stevenson, al demoler a sus tres primeros rivales en tan solo siete minutos con 22 segundos, que la cadena norteamericana ABC envió a Montreal al medallista de oro de México-1968 y excampeón del boxeo profesional, George Foreman, para cubrir la pelea por el título junto al comentarista Howard Cosell.
En aquel combate, el otro finalista fue el rumano Mircea Simon, que temeroso de ser derribado como sus antecesores, se dedicó a boxear desde fuera y evitar a toda costa los intercambios durante los dos primeros rounds.
Ante esa demostración de respeto, Cosell opinó que el cubano podría ser el próximo campeón mundial de los pesos pesados si se pasaba al profesionalismo.
Foreman, quien además de destronar a Joe Frazier ya había perdido un legendario duelo en Kinshasa con Muhammad Ali, planteó sus dudas.
En el tercer asalto, sin embargo, Stevenson se encargó de poner fin al debate y la pelea al acorralar a Simon. Bastó uno solo de sus célebres derechazos para que la esquina rumana arrojara la toalla y Big George abandonara su escepticismo, con lo cual se sumó a la opinión de su colega de narración en la cabina.
De hecho, el monarca de México-1968 no solo reconoció el talento del nuevo campeón, al felicitarlo por ganar su segunda medalla de oro olímpica, sino que le auguró también un futuro plagado de triunfos.
LA PELEA DEL SIGLO Y LA TRIPLE CORONA
La actuación de Stevenson en Montreal causó tal furor entre los fanáticos del boxeo que luego de los Juegos muchos se imaginaban cada vez más un combate entre él y Ali.
"Sería fenomenal como profesional", llegó a decir extasiado el promotor Don King, mientras se frotaba las manos con la idea (y las ganancias multimillonarias) del hipotético combate.
La Pelea del Siglo, como fue bautizada, jamás tuvo lugar porque, entre varios factores, Stevenson nunca renunció a los valores del olimpismo y su cubanía al rechazar a los mercaderes del boxeo rentado con la célebre frase: "Prefiero el cariño de ocho millones de cubanos a todo el dinero del mundo".
Aunque sí igualó en Moscú-1980 las tres medallas de oro bajo los cinco aros del húngaro Laszlo Papp, para integrar un selecto club al que más tarde se unió su compatriota Félix Savón.
Si no ganó más, coinciden los especialistas, fue porque la ausencia de Cuba en Los Ángeles-1984 y Seúl-1988 le impidió competir en aquellos Juegos, en una época en la que todavía mandaba sobre el ring con puño de hierro como refleja su triple corona en campeonatos del orbe (1974, 1978 y 1986).
Precisamente 1988 marcó el año de su retiro, sin que Foreman se equivocase. Con 302 victorias en 321 combates, el mítico boxeador cubano, fallecido en 2012, protagonizó una exitosa carrera deportiva que le valió ser incluido por el COI entre los diez mejores atletas del siglo XX.
(*) Periodista de la Redacción de Centroamérica de Prensa Latina