¿Cuándo será el próximo? ¿Dónde ocurrirá?, parecería que estoy enumerando dos de las cinco preguntas básicas a las que apelamos los periodistas para construir una historia noticiosa en cualquier parte del mundo.
Sin embargo, no es así. Simplemente trato de reorganizar mis ideas para transmitir una reflexión sobre la mayor desgracia del nuevo siglo. El terrorismo.
Vivimos en la cúspide de las modernizaciones universales y de los inventos más extraordinarios, pero en medio de un espacio de violencia generalizada que sigue acompañando al hombre en los diversos escenarios mundiales.
Una verdadera expresión de la pequeñez humana que contrasta salvajemente con los niveles de riquezas, de creatividad, desarrollo, estudios y de innovaciones.
¿El ser humano es cruel por sí mismo o es el medio social que lo transforma?
Una pregunta que deberían responder los especialistas de la conducta humana, entre ellos, sicólogos, antropólogos y siquiatras.
La barbarie, violencia y el odio continúan presente en este mundo de la civilización, de la época del conocimiento y de los avances tecnológicos inimaginables en décadas atrás.
En la mayor potencia industrial, militar, tecnológica y científica del planeta se venden las armas como si fueran dulces a todo aquel que la solicita por supuesto pagando primero los dolaritos.
Es un mercado libre que aporta jugosas ganancias a sus propietarios, pero que al mismo tiempo provoca la muerte de millones de estadounidenses y ciudadanos de otras latitudes del mundo.
La poderosísima industria armamentista, que nadie puede con ella, es una de las principales causas de la violencia en los Estados Unidos y sigue su agitado curso con el lanzamiento al mercado de sofisticadas y costosas armas que solo sirven para destruir, dividir, matar y violentar a la humanidad. ¿Pero hasta cuándo?
Informes de la Casa Blanca indican que treinta mil personas mueren en Estados Unidos anualmente por hechos violentos relacionados al uso de armas de fuego.
Solo en 2009 murieron 31,347 personas y se estima que hay 270 millones de armas en manos privadas, sin incluir a las ilegales.
Masacre en Orlando
El caso reciente ocurrido en un centro de diversión gay en Orlando, Florida, con saldo de 49 muertos y 53 heridos no será el último mientras los financiadores de la violencia en este planeta sigan acumulando riquezas con la fabricación de armas de todo tipo y distribuyéndolas en los más apartados rincones de la tierra.
Esa acción salvaje y cobarde está considerada como la peor matanza a tiros en la historia de Estados Unidos, y hace recordar la sangre derramada aquel 11 de septiembre del 2001, en Nueva York, donde corrió la sangre a borbotones.
En los centros educativos, hospitales, iglesias, lugares de diversión y muchos menos en las calles y hasta en el hogar la población no está segura de evitar el impacto de una mortífera bala. ¡Qué horror!
Pese a los esfuerzos de la administración del presidente Barack Obama por reducir la proliferación de armas, cada vez son más frecuentes los ataques con saldos de muertos y heridos.
Está en manos del congreso estadounidense modificar la constitución para introducir mayores controles al porte de armas entre la población civil particularmente las más letales propias para conflictos bélicos.
Ahora entre los estadounidenses se enciende la discusión en torno a la urgente necesidad de que se adopten controles en las ventas de armas.
En la denominada “Carta de Derechos” aprobada el 15 de diciembre de 1791 durante la Segunda Enmienda a la Constitución de Estados Unidos, se otorga el derecho a la posesión de armas entre la población.
Control de Armas
El debate aflora nuevamente en la sociedad norteamericana de poner freno a las ventas de armas entre la población civil, pero resulta que esa discusión es más vieja que matusalén y todo sigue igual pese a las numerosas víctimas registradas.
Esta vez el coloquio tiene un matiz y singularidad especial ante las opiniones de los dos eventuales candidatos presidenciales de Estados Unidos, la demócrata Hillary Clinton y el republicano Donald Trump.
Ambos líderes políticos que se medirán en las elecciones del 8 de noviembre han externado opiniones por separados sobre la dramática violencia que presenta la sociedad estadounidense.
La señora Clinton al condenar la matanza de Orlando advirtió que “el virus que envenenó al terrorista de Orlando sigue vivo”.
Remitió un mensaje de solidaridad a la comunidad gay, pidió restringir el acceso de las armas más peligrosas a terroristas y criminales, y llamó a la unidad nacional. “Es un acto de terror y es un acto de odio.”
El señor Trump visiblemente satisfecho por entender que sus planteamientos anteriores les dan la razón de que la raíz de la violencia en territorio de Norteamérica se debe a la presencia de ciudadanos musulmanes.
Criticó a su contrincante Hillary Clinton por supuestamente no tener una visión clara de cómo combatir el terrorismo en la gran potencia del Norte y a escala internacional.
Y según Trump, quien además no acepta a la comunidad LGBT, solo él, garantiza cerrar las fronteras de Estados Unidos a los inmigrantes de origen musulmán.
Evidentemente que el terrorismo toma primacía en esta campaña electoral de Estados Unidos, donde Trump tratará de sacar ventajas por sus advertencias de que si alcanza el poder “sacará a los musulmanes” del territorio estadounidense.
Lógicamente, no se debe vincular a los denominados “lobos fieros” esparcidos por diferentes zonas del mundo y que integran esas redes terroristas, con aquellas gentes honestas y trabajadoras musulmanas.
Tres Dominicanos
Al menos tres jóvenes de origen dominicano han sido identificados entre las víctimas del atentado ocurrido en Orlando, Florida, Estados Unidos.
Oscar Aracena Montero, de 26 años; Juan Ramón Guerrero, de 22; y Anthony Luis Laureano Disla, de 25 años, están entre las víctimas del atentado perpetrado el pasado domingo por Omar Seddique Mateen, en la discoteca “Pulse”, mientras se celebraba una fiesta latina.
Seddique Mateen fue muerto por miembros del cuerpo especial SWAT.
“Es un acto de terrorismo, un acto de odio, un ataque a todos nosotros”, dijo el presidente de Estados Unidos, Barack Obama al abordar la tragedia de Orlando.
Mientras Obama se prepara para ir este jueves a Orlando, Florida, a rendir tributo a las víctimas y solidarizarse con sus familiares, los organismos de seguridad estadounidenses analizan este nuevo caso y sus posibles vínculos con los grupos terroristas como Isis, Al Qaeda o el temible Estado Islámico.
Un dato: Tras la matanza de Orlando en Wall Street, los grandes fabricantes de armas de EE.UU. subían con fuerza: las acciones de Sturm Ruger & Company ganaban un 7,46 %, mientras que las de Smith & Wesson crecían un 6,31 %.
Articulo de Manuel Díaz Aponte
Miércoles, 15 de junio de 2016