En el corazón de Sudamérica y de Europa se han dado dos balotajes muy reñidos, con sendos triunfos por décimas: Alexander Van der Bellen se quedó con la presidencia de Austria con el 50,3%, mientras que en Perú, Pedro Pablo Kuczynski lo hizo con el 50,12%.
Pero las ajustadas elecciones presidenciales en segunda vuelta no son lo único que tienen en común; los acontecimientos vividos en los empequeñecidos restos del Imperio incaico y del Imperio austrohúngaro comparten también el enfrentamiento entre la centralidad ideológica y un vuelco extremista, síntoma de la impaciencia que se está generando en diversos rincones del globo. Objetivos variados que convergen en el deseo de decisiones absolutas y rápidas, sean en pos de cerrar fronteras como en Austria o para combatir a la delincuencia como en Perú.
Prácticamente la mitad de la población de la patria de Hitler, el otrora Anschluss, patio trasero de la Alemania Nazi y gran semillero de oficiales SS, apoyó a Norbert Hofer y a su Partido de la Libertad de Austria, el cual, aunque maquilladas, no oculta sus raíces nacionalsocialistas.
Y por otro lado, casi medio Perú se decantó por Keiko Fujimori, la hija del expresidente Alberto Fujimori, quien cumple 25 años de cárcel por crímenes de lesa humanidad y enormes delitos de corrupción.
Este crecimiento del reconcomio en busca de una política tajante e irreflexiva capaz de enceguecer hasta hacer votar a los vástagos ideológicos del responsable máximo de la Gestapo, el austriaco Ernst Kaltenbrunner o por la hija de un exmandatario que, acusado por masacres y cohecho, huyó a Japón dimitiendo por fax ante el Congreso peruano, es un indicio del atascamiento burocrático y demás taras de los sistemas políticos actuales, pero principalmente refleja a una gran masa de población que se encuentra, en cierta medida, atrincherada en una cultura política de súbdito y reclamante de soluciones mágicas, explicable, entre otras cosas, como una actitud proporcionalmente reactiva a la progresiva complejidad social.
Los estrechos resultados son una advertencia para elecciones más determinantes como las de Estados Unidos. Pero Viena y Lima también representarán un símbolo; Kuczynski de 77 años desciende de judíos que huyeron de los nazis, mientras que Van der Bellen de 72 años pertenece a una familia que escapó de la revolución bolchevique.
Se dice que el origen de la bandera austriaca se remonta a la feroz batalla de Acre en 1191, durante las Cruzadas, cuando la vestimenta de color blanco del Duque Leopoldo V quedó teñida de rojo por la sangre, excepto por una banda que tapaba su cinturón.
Una de las explicaciones sobre el significado de la bandera peruana relata que el rojo representaba el color de la guerra para los Incas y simboliza la sangre de los héroes y mártires de la independencia, a la vez que el blanco de su franja central expresa la libertad, la justicia social y la paz.
La madura nieve de los Alpes y los Andes ha resistido el incandescente aviso sanguinolento, ejemplo rasante para todos los tableros en donde se está jugando una doble batalla: en favor de conseguir el propio ampo al mismo tiempo que se aguanta la marea escarlata.
Augusto Manzanal Ciancaglini
Politólogo