Con la Constitución de 2010, se ha producido en el país un positivo reestudio del derecho porque desde entonces cada día se notan en los medios y en los tribunales, nuevos aportes de los juristas dominicanos. Las academias son el motor que impulsa esos avances, cada vez más prácticos, más profundos, más originales. Dentro del marco de esas actividades fuimos invitados a la puesta en circulación de un nuevo libro del amigo Luis Yepe Suncar, titulado: “El juicio político a la luz del debido proceso”, hombre público correcto y dispuesto a defender siempre su dignidad personal y su catadura de hombre público moral, pues aunque hace política, la misma no logra embarrarlo de inconductas, al revés, dignifica cada posición pública que ha desempeñado, y cuando le toca escoger entre oportunismo complaciente y deber moral, se incluida por el último a cualquier precio. Por tanto, es un rosca izquierda, uno de esos personajes que los políticos no desean tener a su lado porque son un estorbo para aquellos que bajo el nombre de políticos prácticos, son reales convictos de inconductas.
Sin embargo, estas líneas no buscan hacer referencia a las inconductas políticas propias del Estado Liberal que se han trasmutado al Estado Social que nos rige, debido a que muchos, ven en el interés individual, algo que está por encima del interés general. Esto nada tiene de malo dirán unos y otros encontraran en ello la explicación del por qué nuestro país se mantiene con una democracia ralentizada desde la perspectiva institucional. No sabemos distinguir entre funciones de la esfera pública y funciones de la esfera particular. Colocar el individuo por encima de la sociedad crea riesgos a todas luces contraproducentes, pues el poder no buscar resolver asuntos de interés común sino favorecer apetencias individuales o, a lo sumo, grupales.
Haciendo a un lado lo anterior, lo que queremos significar es que Yepe Suncar ha dado nacimiento a una obra jurídico-política que viene no solo a llenar un vacío en el mundo jurídico nacional, sino a abrir un debate democrático sobre la necesidad de limitar el poder, al tiempo que hunde su investigación en los orígenes mismos de la voluntad expresa de poner límites al poder político.
Para la explicación del tema, Yepe toma como antorcha la figura del impeachment y pasa a explicarnos en su obra: su origen, su evolución y su actualidad. Su análisis, desde una perspectiva del constitucionalismo dominicano, nos brinda la oportunidad de entender que dicha figura ha estado presente siempre en la Constitución Dominicana, pues al ser hija de la Constitución estadounidense de 1787, aún vigente, tomó de aquella dicha figura. Pero sin limitarse a ello pues su análisis escarba desde la Grecia clásica, la Roma imperial, el medioevo, etc., centrándose en la experiencia inglesa que es donde nace dicha figura, luego convertida en voto de censura y en voto de confianza, hasta su traducción estadounidense y luego latinoamericana, donde se la ha convertido en una acción procesal no siempre bien regulada, que busca poner límites al poder pero que en la práctica incurre en el mismo vicio que la experiencia inglesa, es decir: se convierte en un instrumento para uso del poder, salvo algunas excepciones.
Este esfuerzo intelectual nos muestra que el impeachment, por sí solo, no es una figura capaz de garantizar que los políticos sean sometidos a límites, por el contrario, nos muestra que, al través del tiempo, dicha figura ha servido más al poder que al contra poder, esto es: los detentadores del poder han utilizado la figura del impeachment para salir de colaboradores incomodos electos por votación directa como por votación indirecta. De modo que no existe certeza sobre si dicha figura es un mecanismo contra el poder o un instrumento más del mismo. Pero la exposición plantea estos problemas dejando la vía libre para que cada quien profundice en la dirección que entienda predilecta. Un tema que Yepe no llega a desglosar pero que se intuye de la lectura de su libro, es que el impeachment no hace distingos entre delitos comunes y delitos políticos. No lo hizo la experiencia inglesa como tampoco la estadounidense ni la latinoamericana. Esa distinción podría contribuir eficazmente en la evolución positiva de la misma, es decir en su aplatanamiento entre nosotros, pues sus resultados podrían clasificarse y, por tanto, ser diferentes. Por ejemplo, en el caso de la acusación contra la Presidenta Dilma Rousself, en Brasil, cabría preguntarse si la violación a la Constitución de que se le acusa, es de una gravedad tal que amerita su destitución y su procesamiento, es decir: dos pena, una anticipada y otra pendiente de juicio.
Esto es importante porque, con frecuencia, estamos importando conceptos jurídicos que luego no encajan con nuestra realidad social pasando a constituir una nueva burla. Como ocurre, por ejemplo, con el Código Procesal Penal. De cual se dice es el código del delincuente. Consciente de ello, Yepe busca armar un debido proceso para el impeachment, que permita que dicha figura no sea un instrumento del poder ni un límite al mismo, busca que el funcionario objeto de una acusación mendaz pueda defenderse con las garantías de todo debido proceso.
Para patentar sus argumentos pasa revista a su propia experiencia y no deja de invocar la valentía de funcionarios como Alcides Decena Lugo, quien, sin medios contra el poder, enfrentó una acusación sin objeto en su contra, pero que gracias a la ausencia de reglas claras para dicho juicio político, fue aplastado. Este ciudadano pasará a la historia no como víctima sino como uno de nuestros grandes tribunos que, sabiéndose derrotado, actúo como Leónidas en la batalla de las termopilas en la Grecia clásica, junto a los 300 bravos que enfrentaron a los persas salvando la democracia de la iniquidad y de la tiranía autoritaria. Claro, Decena Lugo no tuvo la misma suerte, debió luchar solo y es posible que su vida no terminara allí pero si su carrera política pues difícilmente otro político le quiera como funcionario debido a su gallardía. DLH-18-6-2016
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