En los últimos 50 años la República Dominicana ha "invertido" miles de millones de pesos y sus mayores esfuerzos humanos e inteligencia para tratar de resolver nueve problemas esenciales: energía eléctrica, educación, agua potable, salud, tránsito y transporte público, vivienda, empleos y seguridad.
No se puede señalar que uno solo de esa lista haya sido resuelto; por el contrario, algunos se han agravado, como el suministro de energía eléctrica, transporte colectivo y la seguridad ciudadana.Es a este último al que me quiero referir, en razón de la gravedad que se le atribuye a partir del deterioro que ha experimentado este aspecto vital para la convivencia civilizada.
Los niveles de inseguridad son ciertamente elevados en la República Dominicana, aunque no alcanzan a ser comparados con los de países de nuestra región como Honduras, Guatemala, El Salvador, México o Venezuela.
Pero no es necesario alcanzar esos niveles para poner en marcha la creatividad que sustituya la improvisación que ha caracterizado el accionar de las autoridades, hasta hoy día. Y ni siquiera se necesita inventar cosas sino poner en práctica las buenas iniciativas que en su momento dieron resultado en otros lugares.
Aun creados para cumplir un fin distinto a la seguridad ciudadana, a Cuba le dieron excelentes resultados los comités de defensa de la revolución, grupos que estaban pendientes de todo lo que acontecía en sus calles, cuadras o barrios, teniendo como resultado que además del político, esos grupos contribuyeron a evitar hechos de delincuencia común.
El Gobierno pudiera experimentar con el involucramiento de los mismos barrios en la lucha contra la delincuencia, creando una especie de “Comités de Colaboración Ciudadana”, los cuales, sin que sus miembros sean considerados chivatos o soplones, se encarguen de vigilar las cuadras y mantener un flujo de información con la Policía Nacional y otros estamentos del Estado que luchan contra la delincuencia.
No hablamos necesariamente del modelo cubano. Tampoco de las llamadas autodefensas colombianas, grupos paramilitares que se “delictivizaron” hacia el matonismo y el narcotráfico. De lo que se trata es de hacer que en cada sector urbano, en cada campo, la gente se sienta parte de la solución de un problema que le impacta directamente y que no se podrá resolver solo matando delincuentes ni encarcelando delincuencias, aunque no se descarten ambas opciones.