En las últimas dos décadas han llovido los seminarios, simposios, congresos y se han formulado los más sesudos estudios dirigidos a cómo enfrentar eficazmente los problemas del tránsito en las principales ciudades del país, especialmente en la capital de la República.
Todos los esfuerzos emprendidos hasta ahora han resultado fallidos, ya que no se atacan las principales causas que generan el caos permanente en la circulación de vehículos. Expertos como Onéximo González, Milcíades Pérez Polanco y otros de sus mismas cualidades profesionales llevan años recomendando medidas a tomar para aligerar la circulación vehicular, sin poderse lograr.
Ahora está sobre la mesa la conveniencia de que se implementen cambios en las jornadas laborales, de modo que los empleados y trabajadores lleguen a sus obligaciones en tiempos escalonados y no todos juntos como sucede en la actualidad.
Lo mismo pudiera aplicar para la entrada a clases en los centros de enseñanza públicos y privados, cuya coincidencia en comienzo y final de docencia es una de las mayores complicaciones de tránsito, al menos en la capital y ciudades grandes. Todo eso está estudiado y suficientemente documentado. El problema radica en la puesta en práctica, pues depende mucho de la conveniencia sectorial.
Sin embargo, se está perdiendo de vista que una de las partes esenciales del problema es el parque de vehículos con que cuenta la República Dominicana, donde, contrario a todos los países de su nivel–sin mencionar las naciones desarrolladas–se implemente la baja vehicular, es decir, sacar de circulación aquellas unidades cuyo uso se constituye más que en solución en un problema.
En nuestro país ningún vehículo cae en desuso. Cualquier chatarra pasa de mano en mano, pues se convierte en el medio de vida de la nueva clase, los PDF (Padres De Familia), los cuales se sienten con el derecho de montarse en un anafe con ruedas y empezar a montar personas en medio del mayor peligro.
Desde mi perspectiva de ignorante de la materia pero de una víctima diaria del desorden, mientras persistan resuelvan situaciones como la no salida de circulación de vehículos en proporción cercana a la cantidad que se importan cada año, servirán de poco el cambio de horario laboral, la construcción elevados, túneles, funiculares. E incluso de líneas del metro.