Pasada la 1:00 la tarde de este viernes abordé un taxi para que me llevara a un lugar específico, con la sorpresa de que no cumplía el requisito de tener aire, no tanto para que el calor no me sofocara sino previendo que con el vidrio de las puertas del carro abajo nos sorprendiera un intruso asaltante interesado en la cartera que siempre está sin dinero, salvo lo que pago al conductor.
A pesar de que el requisito no se cumplía accedí a abordar el vehículo por aquello de que el tiempo apremia y además el conductor me explicó que no le informaron lo del aire. Por ser una persona de la tercera edad sentía que no debía desbordar y seguimos en paz.
En el trayecto me explicó que el vehículo, aunque desvencijado, es de una marca que todas las piezas cuestan un ojo y parte del otro. Contó que hacía poco había pagado RD$13 mil por un desperfecto. Poner los vidrios de las puertas a funcionar y el aire sería un monto no disponible en sus bolsillos.
Ya, poco antes, había pasado por un percance de salud de esos que cualquier hombre odiaría: un problema de próstata que motivó su operación.
El quid de la conversación tuvo como punto nodal el de los hijos bien criados. El conductor tenía la desventaja una viudez añeja. Transcurrido el tiempo en esta condición estimó que la soledad no era buena consejera.
Su confesión de amor era lastimosa tras largo tiempo de soledad. Una joven con la que decidió convivir hizo menos solitaria sus noches al tiempo que endulzaba sus días.
De un momento a otro aquella dulcinea empezó a cambiar al juntarse con otras amigas, pese al amor que le había confesado a viva voz cuando se encontraba interno por la operación
La joven mujer se le fue de la casa, en tanto se mantenía en compinche provocándole con mandados verbales, papelitos…. El día de las madres, pese a ese impasse, le hizo un obsequio monetario por aquello de dejar pasar, porque la vida no es un tira y jala.
Separados aún de la joven, este señor admite que ha enflaquecido porque a veces no desea pasar bocado. Craso error, le dije.
Se alegró cuando le expliqué que no debía dejar de comer bajo ninguna circunstancia. Que primero tenía que amarse asimismo y…….luego a los demás. Que lo que la joven estaba haciendo era provocándole de manera expresa para que la buscara.
Ignórela-le recomendé, tras asegurarle que ella lo buscaría si era cierto que le amaba como le dijo cuando estaba en lecho de enfermo y en otros momentos.
Los trucos de amenazas nunca son buenos entre las parejas. El que se va pierde legal y si desea retornar debe hacerlo con modestia sin enterar al vecindario, amigos o parientes. Los asuntos de pareja deben quedar en la pareja.
El interés de ayudar a este señor contrariado, conforme a su confesión, es que no sufra por alguien que quizás no lo merece. Y…..le recordé que más palante vive gente. Me alegró su acogida a las sugerencias. Me excuso ante quienes abordan estos temas profesionalmente porque estudiaron para eso, pero no me contuve ante esta confesión de amor que entristecía a este señor taxista.