Hace unos días, en hora y lugar propicio para ser atracado, tuve que detenerme por una ponchadura de neumático de mi carrito sin placa oficial. Llegaron dos jóvenes policías en un motor de su institución. “¡Me jodí!”, pensé, llevado de tantos hechos que ilustran la delincuencia policial. Pero no… Llegaron a ayudar, y se encargaron de cambiar el neumático entre los dos. Quise darles una propina, que ni por mi insistencia aceptaron. No me pidieron nombre ni en qué trabajaba. Conclusión inevitable: con o sin nueva Ley Orgánica, no todo está perdido en este país ni en la Policía Nacional.